Hoy he leído algo que escribí en cierta etapa de mi vida que no fue precisamente la mejor y desprendía una agresividad y un desprecio atípicos en mí.
He tratado de hacer memoria acerca de mi comportamiento en esa época. Me ha costado lo mío, la verdad, mi memoria de pez para depende qué cosas es un problema, y supongo que es verdad eso de que la mente instintivamente borra los malos recuerdos a modo de mecanismo de defensa. He de decir que no me siento orgullosa de ése carácter agresivo del que hice gala en su momento, entre otras cosas porque no me reconozco.
Curiosamente, en ese tiempo escribí los relatos que más me gustan y salieron de mis manos los dibujos de los que me siento más orgullosa. Debe ser cierto eso de que, cuando peor estás, con más intensidad y mejor plasmas tus 5 sentidos en lo que quieres crear. Al fin y al cabo, no deja de ser una forma de expresar lo que no dejas salir, lo que se queda dentro, tapado por otros sentimientos más intensos.
Sé por qué me comporté así. En cierto modo se me acumularon diversos factores y supongo que la opción más fácil era dejarse llevar por la ira. No me arrepiento de haber cometido ese error, de todo se aprende, de lo que sí me arrepiento es de mi comportamiento.
El motor que propició todo eso, fue sólo uno: el trabajo. Cuando no estás a gusto en tu trabajo, cuando cruzar la puerta de las oficinas no es un suplicio, sino un infierno, toda tu vida se desarrolla como si tuvieras que cruzar Mordor a cámara lenta, porque no dejas el trabajo en la oficina, te llevas a tus demonios contigo, todo el día, y si no tienes un poco de reflejos, terminas convirtiéndote en un orco. Lo llevas todo dentro hirviendo como en una olla a presión. Así, ¿cómo vas a dejar un solo minuto para ser tú?
Siempre he pensado que es muy importante estar bien en el trabajo, no sólo con lo que haces, sino también con la gente con la que estás conviviendo unas 8 horas al día. Pero no había sido consciente del mal que eso mismo me había hecho hasta hoy. No soy retrasada, ya sabía que estaba mal, pero no hasta qué límite. Tenía que haberme dado cuenta cuando mi hermana me dijo aquello de "Grábala y dile '¡Te voy a denunciar, hija de puta!', y sal de allí corriendo", ella, que no dice ni un taco en presencia de nuestra madre ni se interesa por el resto del mundo a menos que tenga algo que ver con ella... Realmente conocí mis límites de mi paciencia e infinidad de cualidades más. Sí, esque tengo muchas...
Claro, que de todo esto no eres totalmente consciente hasta que todo ha pasado. Gracias a Fary, eso ya queda atrás. Ahora me alegro de volver a ser yo. Y como no dejo de pensar en lo que he sentido cuando he leído mis propias palabras, me gustaría pedir disculpas a las personas que quiero si les hice daño y si me comporté de un modo impropio de mí. Ustedes mismos sabrán si entran en la categoría de "personas a las que quiero".
Y sólo espero que los demás empresarios de España no sean tan hijos de la grandísima puta...
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