05 febrero 2011 | By: Denebola

Carpe diem o cómo joderte tu propia la vida

Hace un día precioso.
Cuando me he levantado, aunque tenía más sueño que una cesta de gaticos al lado de una estufa, como decimos por aquí, al abrir la ventana de mi cuarto se podían escuchar a los pájaros cantar y desde la ventana del comedor se podían ver esos preciosos perros de Pirena (http://www.pirena.com/cast/index.asp), que empieza hoy y salen desde mi calle.
Idílico, ¿eh? Pues siempre hay alguien que llega y lo jode.
En mi móvil tenía un mensaje de ayer de alguien que, o pretendía darme envidia diciéndome que iba a salir y no contaba conmigo en un alarde de repentina y orgullosa independencia, o váyanse ustedes a saber qué pretendía con esas palabras que no venían a cuento.
Supongo que sigue pretendiendo lo mismo que perseguía cuando me atacó donde sabía que más me dolería. Sin éxito, todo hay que decirlo. O cuando me dijo aquello de "Lo que tú estás haciendo para mí es una pérdida de tiempo y no sirve para nada", rematado con esa típica frase de "sin ánimo de hacerte daño", que lo que menos consigue es lo que significa porque casi siempre se dice con ánimo de hacer daño. Para ella, y por una serie de razones que comprendo pero no comparto del todo, su modo de vida es el Carpe diem llevado al extremo, y lo que yo estoy haciendo es lapidar mi futuro "porque si mañana te mueres, habrás desperdiciado 1 año de tu vida". Gracioso argumento, sin duda, cuando hacía un año no opinaba lo mismo, quizás porque pensaba que al estar estudiando estaría ahí para atender sus necesidades festivas, y también porque a ese razonamiento absurdo se le puede contestar con otro igualmente absurdo como "esque no salgo porque me puede caer un rayo".
En fin, que no quiero entrar en situaciones personales, sino en algo más general: el Carpe diem como modo de vida y de pensar.
Esa frase que todos sabemos qué significa, me recuerda irremediablemente a la película El club de los poetas muertos. "¡Oh!, capitán, ¡mi capitán!". Qué película más triste, cuánto he llegado a llorar con ella y cómo me gusta...
Siempre he pensado que el significado de la filosofía del Carpe diem está mal entendido. Una cosa es vivir como si no fuera a haber un mañana, aprovechando y disfrutando de los momentos y oportunidades que se nos presentan, ver el vaso medio lleno en lugar de verlo medio vacío, luchar por lo que realmente queremos y nos llena, mirar las cosas como si no fuéramos a verlas nunca más, con optimismo, ilusión, entusiasmo, y otra muy distinta es vivir como si no fuera haber un mañana, sin importarnos las consecuencias de nuestros actos, temeraria o egoístamente, irresponsablemente, al fin y al cabo, porque, si no va a haber mañana, tampoco sufriremos las consecuencias de nuestros propios actos ni tendremos que hacernos responsables de ellos.
Siempre he pensado que esta filosofía de vida generalmente se toma por el lado equivocado, el irresponsable, y no por el que realmente debería tomarse, el optimista. Sí que es cierto que la visión irresponsable es mucho más atractiva, pero francamente es una visión muy ingénua e infantil de la vida. ¿Y si no hay mañana? A todos nos gustaría agotar hasta el último segundo de vida, hacer las locuras más impensables sabiendo que no tienes absolutamente nada que perder. Pero, ¿y si hay un mañana? Entonces sí tienes mucho que perder. ¿No? Hay muchas cosas que no puedes mirarlas como si no fuéramos a tener futuro, porque entonces es cuando dejamos de vivir, de disfrutar la vida, y muchas veces, jodiendo la de los que nos rodean.
La clave está en que nunca sabremos si va a haber un mañana o no. Tenemos que vivir con el optimismo de pensar que mañana puede que no disfrutemos de lo que tenemos, teniendo en cuenta que, si nos despertamos mañana, vamos a seguir teniendo todo lo que necesitamos y, en la medida de lo posible, lo que nos hace sentir bien y queremos.
Pienso que esa gente que se deja llevar con el Carpe diem irresponsable termina fundiendo y desgastando su vida, que no la disfrutan realmente porque al final terminan donde no querían.

Claro, que ésta es mi opinión. Para gustos, los colores, oigan.