24 febrero 2015 | By: Denebola

Dije, digo, Diego.

Oh, sí, la vida es jodidamente corta.
Y yo me la paso hablando por el fijo, moliendo café... El Playmobil es muy consciente de cuánto me implico en mis tareas (y, muy probablemente, el único que se ría el chiste; no es para menos, se lo he dedicado).
La verdad es que no me considero una persona muy constante.
Yo soy de ese tipo de personas que vive en continuos ciclos (lunares, para más señas, algo poco sano para la salud mental de los que me rodean, porque también mi genio y mi humor son una jodida veleta; digamos que no soy apta para cardíacos y/o pusilánimes), así que vivo en un constante ir y venir de etapas en las que no entro en casa ni por el forro o no salgo ni para comprar el pan... Tampoco como mucho pan, todo sea dicho, por no decir prácticamente nada, así que pueden hacerse una idea de mi extremismo.
Extremista es la palabra que probablemente mejor me define. No tengo muchos grises para prácticamente nada, y mi vida diaria no escapa al adjetivo.
En una de mis etapas de vida contemplativa y cartuja, forzada por propia voluntad, todo sea dicho, no dejo de preguntarme cómo otras personas se vuelven medio locas cuando pasan encerradas en casa uno o dos días seguidos sin salir (y no hablo de mi amiga Raquel, que es un jodido huracán que apenas duerme cinco horas y no para en todo el día fuera ni dentro de casa, sino de una persona normal y corriente y, si me apuran, incluso del oso en hibernación de mi padre, que ahora jubilado sin otro pito que hacer que tocarse las narices a placer, sale como mínimo tres veces al día de casa), cuando yo fácilmente me paso siete y sigo tan fresca e incluso refunfuño cuando tengo que salir por causas de fuerza mayor. Véase: comprar tabaco, comida, cervezas o chocolate.
En pocas palabras, no me encuentro incómoda con la soledad, ni mucho menos con largos periodos de aislamiento.
Sin embargo, soy muy consciente de que el tiempo más allá de las cristaleras del salón sigue pasando... Vale, soy consciente vagamente. O en algún momento de reflexión y horror cuando me doy cuenta del día que es.
Más de una persona se echa las manos a la cabeza y me tacha de loca, 'que estoy perdiendo el tiempo', dicen.
¿Perdón? El tiempo lo perderás tú, porque yo, taxativamente NO.
Puedo no pisar la calle, de acuerdo, pero... ¿Perder el tiempo?
Por el amor de Dios, ¿saben ustedes cuántas cosas se pueden hacer desde casa sin moverse? Me apuesto el sueldo que no tengo a que no tienen ni idea. Es más, me apuesto la paga extra que tampoco tengo a que, si se quedasen encerrados en casa por causas de fuerza mayor, les daría un ataque de histeria o se quedarían en el sofá fabricando concienzudamente un hueco inamovible con la forma de su culo como Homer Simpson.
Queridos...
Qué. Poca. Imaginación.
Uno de los placeres de vivir solo y tener sentido del
humor suficiente como para  divertirse solo:
el karaoke sin vergüenza a lo Risky Business.
Aprendan, coño...
Francamente, mi mundo interior es lo suficientemente rico como para permanecer en casa y no echar de menos el salir por un sencillo motivo: no me aburro. Siempre encuentro algo que hacer, siempre encuentro la forma de divertirme, siempre encuentro la forma de reírme, siempre tengo alguien con quién hablar, siempre encuentro la forma de reflexionar sobre algo importante o de solucionar mil entuertos sin necesidad de salir de casa (créanme, cuando tienen que convivir con un cierzo de la leche y una lluvia del copón, es francamente útil), aunque esté sola.
Perdonen mi soberbia, pero los que no tienen ni idea son ustedes. Sí, sí, ustedes, los que me tachan de loca que no sale a la calle.
¿Se han planteado que tal vez, sólo tal vez, no salga porque no quiero?
Estoy hasta los mismísimos cojones, que, para variar, tampoco tengo, físicamente hablando.
Aquellos que piensan que no tengo vida social, que no estoy bien de la cabeza, que estoy enferma... ¿Se habrán planteado alguna vez que a mí no me falta de nada a pesar de todo? ¿Que tal vez, sólo tal vez, los faltos de imaginación y recursos son ellos?
Oh, por Dios, váyanse a la mierda, queridos. Tal vez así se den cuenta de cómo huele todo lo que se cuece en sus cerebros... Se llaman prejuicios. Y más cosas nada agradables.
¿Juzgo yo a aquellos que no entran en casa ni cuando graniza? Por supuesto que no, porque yo a veces también lo hago.
Francamente, pienso que son un poco cortos de miras.
Entiendo que hay personas que sencillamente son demasiado activas para hacer algo así. ¿Se han planteado que hay personas que pueden hacerlo?
Odio los jodidos juicios de valor cuando la gente no tiene ni puta idea.
He dicho.
Ah.
Y estoy hasta los cojones, también.
He dicho.
Si no me apetece salir y no tengo ninguna necesidad de hacerlo, díganme, ¿POR QUÉ COÑO DEBERÍA HACERLO?
Desde luego, lo que más pena me da es la gente que es incapaz de empatizar, de comprender o de aceptar que pueda haber una opinión aparte de la propia que también es válida y que eso de las verdades universales no siempre funciona con el puñetero y heterogéneo ser humano.
Virgen Santa, cuánto lerdo y soberbio hay por el mundo.
Y qué ganas de darles alguna que otra guantada en la boca...
Como si yo no supiera qué quiero en esta jodida vida y viviera en la inopia sin saber lo que hay en este mundo a mis treinta y cuatro años. Hay que joderse...
Lo que me lleva a pensar... Que son ellos los que no saben en absoluto quiénes son, qué quieren y qué pueden esperarse de este mundo.
Y de eso, que tengo.
04 febrero 2015 | By: Denebola

El Ebro y su juerga

Como todos los años, el Ebro llega y... Y se desborda.
Es así de chulo.
No le basta con ser el río más caudaloso de España, le gusta salirse de madre. Debe ser que, ya que él fue quien nos dio nombre (península ibérica... No me hagan ponerme en plan profesora de historia, simplemente googleen o váyanse a indagar a una biblioteca), todos los años hace honor a ese carácter español de desmadre y locura y va, y se desmelena.
Este año, no ha sido para menos. Que se lo pregunten a los habitantes de Miranda de Ebro, pobre gente...
Yo tengo la suerte de vivir en una ciudad por la que dicho río pasa con elegancia y fuerza. Sin embargo, nunca lo he visto desbordarse por el margen del Pilar, algo que, sin duda, me resulta gracioso o, como mínimo, curioso.
Como dice un amigo: lo tenemos todo cubierto, aunque llegue al Pilar, tenemos a la virgen subida bien alta sobre un pilarcico para que no le llegue el agua (léase con acento maño, por supuesto).
En fin, cómo no, ante las noticias del desbordamiento anual del Ebro, media Zaragoza, si no más, ha ido hoy a verlo y a sacar fotos. Yo entre ellos. Y es que hay pocas cosas tan impresionantes como la naturaleza.
Aquí les dejo mis fotos para que vean cómo amenaza el agua.
Ya saben, doble click para verlas más grandes.


Uno de los tableros laterales para la circulación de vehículos del Puente de Hierro. ¿Ven el agua color chocolate que saca espumilla en los soportes a su paso? Pues un señorito de Murcia de cuyo nombre no quiero acordarme se llevó una botella de Fontvella de eso mismo. Hay que tener valor...

El margen del Arrabal... Pasado por agua. El soporte de la pasarela podrían habilitarlo de trampolín para los valientes...

Esto es el acceso al paseo habilitado bajo el margen del Pilar. Ahora me figuro que tendrán que volver a instalar todas las maderas que sin duda no van a servir ni para hogueras.... Buenas noticias. Empleo público.

El Puente de Piedra. Mi favorito. Normalmente, esas arcadas tienen más pinta de U invertida...


Aquí es verdaderamente donde se ve el desbordamiento en el barrio del Arrabal (a la izquierda). Allí donde hay agua, antes había un paseo... A saber lo que descubriremos cuando baje el caudal. Igual tenemos hasta peces de cinco ojos.

Ésta es la prueba de que gané mi apuesta. El Náutico NO se lo ha llevado el Ebro. Sigue ahí, sobreviviendo bajo el Pilar.

Sin duda, mi foto favorita. El Pilar, el Náutico y el Puente de Santiago. Nada más emblemático de Zaragoza que eso. Bueno, vale, y ese edificio a lo lejos a la derecha es la Torre del Agua de la Expo del 2008. Pero es que casi no se ve.

El caudal llevándose las arcadas del Puente de Santiago. La verdad es que cuando pasas por el puente y miras hacia abajo... Acojona.

Y por último... ¿Una copita con vistas al mar? Sí, eso suele ser un café/pub muy chachi con vistas al Ebro de fondo. Ahora tendrán que poner toallas en las puertas para que no entre el agua. Muy cool, sin duda.
En fin, como nota aclaratoria, sé que estas fotos impresionan poco cuando no has visto el caudal que suele llevar el río, menos aún cuando se ha llevado por delante varios pueblos y presas y por aquí nos respeta. Sin embargo, no hay NADA como verlo en directo, algo que, sin duda, agradezco...
Y, para los curiosos, les dejo un enlace que he encontrado de casualidad en el que se recogen los distintos puentes que cruzan el Ebro a lo largo de la ciudad de Zaragoza (así, de paso, verán la diferencia con el caudal normal y, si tienen más curiosidad, el blog al que les remito recoge TODOS los puentes del río Ebro):

Puentes del Ebro al paso por Zaragoza

En fin, corazones, les dejo. Mañana espero amanecer con nieves.