13 mayo 2010 | By: Denebola

Jueves 13

Las 7 de la mañana. No sé ni cómo me he levantado, anoche la última hora que vi en el reloj desde la cama fueron las 4:20.
Me acerco al ventanal del comedor, y la calle está en plena ebullición.
Luego tendré que salir a la calle, pero miro los libros en la mesa y me repelen... Aún no tengo ánimo para plantarles cara. Mejor salgo ahora, necesito que me de el aire.
Voy a la cocina, le echo agua a la cafetera y... Si no me apetece café. La dejo en la encimera y cojo un vaso. Coca-cola... Mi mejor amiga desde febrero.
Me la llevo a mi cuarto, y abro el armario. Nunca sé qué ponerme, cojo cualquier cosa y salgo, pero hoy me apetece estrenar los zapatos, así que busco el vestido militar negro y los leggins. ¿Así vas a salir para comprar el pan? Pues sí, ¿y qué? Además, me apetece tomarme un café ahí fuera, que últimamente mi mundo se reduce a esa jodida mesa llena de libros y la monotonía rutinaria. ¡Al carajo!, como diría el jevillano.
Salgo de casa, y la panadera ya me ve desde el principio de mi calle, me mira con cara de felicidad, con entusiasmo sólo de pensar que alguien le va a dar conversación a esas horas de la mañana. La lleva clara, hoy estoy asocial y esa mujer es lo más parecido a una metralleta verbal, así que paso por delante, saludito de rigor, y aprieta el paso para que no salga de propio a darte palique, que nos conocemos...
Llego andando tranquilamente a la chocolatería. Me gusta porque allí todo el mundo está a sus temas y es como si no existieras, pero esta mañana, a estas horas, está ya llena de abuelos con su chocolate y sus churros. Un solo con hielo, por favor. ¿Pero para qué se levantan tan temprano los jubilados? Oiga, abuela, que se va a perder la misa de las 8, y de paso, le diga a su marido que las obras están en el centro, no aquí, y los obreros ya han empezado su jornada laboral... Joder, con las ganas de soledad y espacio vital que tenía... Bueno, desde aquí se ve el estanco, se me está acabando el tabaco y no podré soportar todo el día entre los libros sin tabaco. Hoy no...
En cuanto la estanquera echa las luces del local, salgo disparada del jeriátrico improvisado para adquirir mi droga. Otra con ganas de palique... ¿Pero qué ha desayunado hoy la gente? Si esta mujer es más seca que una tortilla de almendras. Me empiezo a agobiar. Corre a la panadería y sube echando leches para casa o empezarás a gritar como Hulk en medio de la calle... ¿Panadería? No, ni hablar, hoy no soporto a esa cotilla de mujer, mejor me meto en el Panishop o donde encuentre.
Y de vuelta por el parque todos los críos de camino al cole... Dios, ¡no!
Cierro la puerta de mi casa, y me quedo apoyada en ella, bolso en mano aún, con la gabardina puesta todavía, mirando al techo. Por fin... A salvo...
Y entre artículo y artículo de ese jodido minilibro que me está amargando la existencia, me acuerdo de que el sábado llegan mis padres. Pues qué bien... Con las ganas que tengo yo de socializarme últimamente.
Y esta noche tengo un concierto de unos tíos que ni siquiera conozco. Hay que joderse, qué bien me lo monto. ¿No querías taza? ¡Tazón! Si te apetece tener espacio vital, prepárate a recibir empujones hasta en las amígdalas... Menos mal que este fin de semana no podré salir, porque me apetece lo mismo que un tiro en la sien.
Respira, Dene, coje aire...
Hoy estoy extremadamente asocial.