18 agosto 2009 | By: Denebola

Déjame

Entró y después del golpe de la música atronadora, lo primero que escuchó fue el golpe de su mirada fría e inexpresiva sobre ella.
Le miró a sus ojos y vio lo mismo que hace tantos años. Nada. Apenas 2 besos fríos en la mejilla y desganados por ambas partes fruto más de las apariencias que de otra cosa fueron su único contacto, no le apetecía siquiera rozarle.
Lo había encontrado hablando animadamente con una de sus amigas y al verle ni siquiera la saludó, una mirada desde lejos y se largó con viento fresco después de los 2 besos de cortesía. Le producía una reacción desmesuradamente insana. No quería tenerle cerca, tan solo verle le había inspirado un rechazo más que total, ni siquiera quería estar en el mismo espacio vital que él. Era insano, lo sabía, lo descubrió hacía mucho y su ausencia repentina fue lo mejor que le podía haber pasado. Y volver a ver esa mirada ausente de cualquier sensación humana, le producía escalofríos, rechazo, e incluso ganas de vomitar. En su vida se había podido encontrar a nadie que le produjera una sensación de rechazo tan descomunal.
No le odiaba, en realidad le daba lástima...
En busca de un respiro se acercó a la barra, y decidió que, aunque no le convenía, un trago más de alcohol, le haría olvidarse de ese mal paso.
Y sí, le supo a gloria. Tan sólo cerró los ojos y se dejó llevar por esa música.
Y siguió como si ese momento no hubiera ocurrido.
Allí estában las miradas de siempre, las que sabía le hacían sentir bien, y podía llamar amigas.
Pero en su nuca podía sentir como puñales sus dos ojos fríos clavándose y observándole minuciosamente desde lejos, cada uno de sus movimientos, analizándolos. Le hacía sentir incómoda. Sabía que, desde lejos, desde la otra punta del bar, le estaba observando, como un depredador a su presa, paciente, esperando a que bajase la guardia. Como antes...
Ingénuo.
Tenía dos opciones: ignorarle, o plantarle cara.
Sabía cuál era su juego. Sabía que apostaba fuerte. Sabía que, antes, su poder sobre ella era total.
Necesitaba hacerlo. Demostrárselo a ella misma.
Sabía perfectamente dónde estaba, podía sentirlo.
Desde la otra punta del bar, se giró, le miró a sus ojos azules y le sostuvo la mirada. Él le hizo un gesto para que se acercara, le dió lástima, ¿cómo se podía ser tan arrastrado después de todo? ¿Arrastrado o ingénuo? Quizás la palabra era desesperado. Enarcó una ceja, y sencillamente le ignoró. Le habían entrado unas ganas increíbles de enseñarle su dedo anular, pero sabía que no le hacía falta.
Eso había sido un aviso.
Sabía cómo le importaba su imagen ante los demás. A ella no le gustaba hacerse notar en esos temas, pero sabía que su fobia era aún superior, en realidad, lo que él y los de su alrededor pensaran, se la traían al pairo.
Su amenaza era seria.
"DÉJAME"