15 noviembre 2011 | By: Denebola

Delirios

Hoy he tenido una de esas conversaciones largas por MSN con el Playmobil. No, no ha sido sobre política.
El curso de la conversación me ha llevado a pensar en la evolución sentimental que una persona lleva a cabo a lo largo de su vida. No sólo en la madurez de los sentimientos, sino en cómo uno valora lo que le gusta en una persona del sexo opuesto, en cómo uno descubre que hay algo más allá del "me gusta", del cómo uno aprende a lidiar con las hormonas y la pasión, el "me pone", y cómo uno termina descubriendo y manejando el "le quiero". No sin dejar al margen el proceso de prueba y error que uno sufre para descubrir lo que quiere y rechaza en esa persona que quiere tener a su lado más allá de esa época horriblemente mala de construcción de uno mismo que se llama adolescencia. En cómo las personas que tenemos a nuestro lado terminan marcando lo que valoramos por encima de todo en una pareja, las vivencias que pasamos y que nos hacen querer eso mismo que nos ha hecho tan felices u odiar eso otro que nos ha hecho la vida imposible.
Dicen que el primer amor no se olvida. Yo me atrevo a decir que no se olvidan 2: el primero y el último.
Todo esto me ha llevado a pensar en mi primer amor. Alguna vez he hablado de él aquí. Y sí, lo recuerdo y le tengo mucho cariño.
Fue desde el primer momento un error. Un error de ésos que nunca vuelves a cometer y que te marccan. El primer hostiazo de realidad. Y aún así, no puedo hablar, ni hablaré nunca mal de él, a pesar de que no nos dirigiéramos la palabra en 3 años, porque no puedo considerar que me haya tratado mal. Sencillamente, cuando eres un crío inexperto, no sabes cómo lidiar con las cosas, no sabes cómo hacer menos daño, no sabes qué te traes entre manos y metes la pata inevitablemente.
Y, hoy por hoy, lo veo de vez en cuando. Y sigue siendo el mismo chico bajito que impone al más pintado, de ojos azules y frío como su mirada con el que salí. El mismo con el que siempre supe que aquello no llegaba a ningún sitio. Y su novia, a la que sus padres adoran, es lo que yo siempre pensé que vería a su lado y yo nunca he sido, ni seré.
Como una constante, salvo excepciones, en mi vida, conservo una buena relación con él a pesar de todo. Mi mirada hacia el es única y exclusivamente de cariño, cosa que dudo que la recíproca sea igual, a pesar de parecer prepotente. Pero, ¿cómo voy a mirarle de otra forma? Fue un error, siempre lo fue, lo sabía incluso antes de que empezase, pero un error que debía cometer para empezar a andar, el prmero. Quizás por eso le tenga cierto cariño, porque con él empecé a andar, cometí errores, tuve épocas negras, me odié a mí misma, y mil cosas más, pero me ha llevado a ser quien soy y querer lo que quiero. Me ha llevado a saber lo que no quiero y, de alguna forma, me ha llevado a construir inconscientementemente el tipo de hombre que sí quiero a mi lado.
Y gracias a él, pude identificar al último, al que de verdad jamás podré olvidar, y no sólo por el cariño, sino porque lo es TODO para mí. Al que le da sentido a esta canción y a muchas otras cosas en mi vida, por no decir toda ella.

2 comentarios:

Maya dijo...

Es usted una enamoradiza y lo sabe. El amor duele, es nómada, no dura eternamente. O sí, no sé, deberíamos tener un tope de sentimientos que malgastar con cada persona de quien nos enamoramos.

Me voy a la mierda.

Denebola dijo...

Fui enamoradiza. Fue una de las cosas que aprendí a base de hostias en mi proceso de prueba y error. El primero lo recuerdas con cariño, el último lo es todo...
Y, lamento discrepar. El amor no es nómada. Se trabaja día a día y no se viene abajo por cualquier cosa, permanece, es demasiado fuerte. Más de lo que creemos, esperamos y nos sorprende que sea así.
Pero es jodidamente difícil encontrarlo. Creemos que amanos y no es así. Cuando llega de verdad, nos damos cuenta que lo demás no ha sido amor, sólo nos lo ha parecido.
Enamorarme de verdad, sólo me ha pasado una vez. Y no me importa malgastar absolutamente ningún sentimiento en ello, créame...