25 julio 2009 | By: Denebola

Inerte

El sol entraba ya con fuerza por los pequeños agujeros de la persiana.
No le molestaba, al revés, le gustaba el calor de la luz en su cuerpo. Estaba tumbada, como si se hubiera tropezado y hubiera caído de bruces contra el suelo, hecha un enredo con las sábanas, desmadejada, inerte.
Llevaba un rato despierta, los ojos cerrados, pero no dormía. Su mente estaba en blanco, tan inerte como el resto de su cuerpo. No le preocupaba. De hecho, se sentía bien así. Quieta. Tranquila.
Sólo éscuchaba el sonido de su propia respiración y el ruido de los coches que pasaban por la calle a través de la ventana.
Sencillamente, un momento de paz.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

The_Fear pagando TU seguridad social dijo:

Momentos de paz... quien no sueña por tener uno de esos? y es que, tal y como están las cosas, a día de hoy es un poco dificil... reconfortante relato pardiez¡