Acarició su pelo y se quedó mirándola largo rato.
Dormía.
La miraba y mil cosas pasaban por su cabeza. Y de repente sintió miedo. Un miedo de ésos que te hacen estremecer y que te dejan frío, pánico, ése tipo de miedo que te paraliza y no te deja pensar.
Sintió la necesidad de salir de allí, y ni siquiera se lo pensó dos veces. Con todo el sigilo que el pánico le permitió, abandonó la habitación, avanzó por el pasillo, abrió la puerta, y salió.
Al llegar al portal, dejó las llaves con las que había cerrado una puerta que no quería volver a abrir en el buzón.
Era un adiós. Mentira, estaba huyendo.
Cogió las llaves del coche y encendió el motor. Sin pensárselo demasiado, pisó el acelerador y voló hacia algún sitio lejos de allí, no sabía dónde, pero lejos.
La lluvia repiqueteaba en los cristales en una melodía monótona que le tranquilizaba y le dejaba recuperar la razón lentamente.
Sólo tenía su imagen en la mente. No podía ver nada más.
La había dejado allí sin ningún tipo de explicación. Ni siquiera un adiós.
Se había portado como un cobarde.
Un maldito y desgraciado cobarde.
No podía hacerle eso.
Dió media vuelta y cayó en la cuenta.
Allí, parado en medio de una carretera medio desierta, mojada por una lluvia que no dejaba de recordarle qué haría al día siguiente cuando despertara y no encontrase nada, se dio cuenta de que no tenía camino de retorno: no podía volver, las llaves estaban en el buzón y no podía recuperarlas.
Se quedó allí, sujetando el volante con todas sus fuerzas, preguntándose qué había hecho...
Pero tenía tanto miedo...
Se había dado cuenta de que ella se había convertido en todo para él, y no podía. No podía dejar que eso pasara.
Volvió a pisar el acelerador, y siguió conduciendo bajo la lluvia rumbo hacia cualquier sitio...
No dejaba de repetirse que había hecho lo correcto.
Quizás las formas no eran las correctas, pero se sentía incapaz de mirarla a los ojos y decirle que desaparecía de su vida poque no podía enamorarse de ella.
No tenía fuerzas para hacer eso.
Aunque sabía que de este modo le estaba haciendo muchísimo daño.
Pero no podía... No era capaz. Estaba haciendo lo correcto...
Lo que no sabía, era que todos y cada uno de los días que pasara lejos de ella, su imagen y su recuerdo le iban a perseguir, reconcomiendo su conciencia.
Y que lo que quería evitar sentir por ella, era inevitable.
Que volvería a ella, a suplicarle el perdón que no merecía, y se encontraría exactamente lo mismo que iba a encontrarse ella cuando despertase esa mañana: nada.
A Morgue y Play, que les prometí un relato para hoy.
3 comentarios:
Da envidia tu forma de escribir... pero joder... yo tb voy a escribir un relato, a ser posible... pa reirse. Que va a ser que no. Mis dedos estan de huelga, simplemente noticias de 20 minutos y au... XDDDD
Play
Yo...debe ser que estoy sensible hoy pero... No sé, qué monito, que sensibloide estoy... jajaja E insomniaca(para Dene) :)
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