07 julio 2011 | By: Denebola

En las nubes

Se sentó en la primera mesa que encontró sin importarle demasiado dónde estaba. Se había pasado la tarde deambuleando por ahí sin rumbo y no sabía muy bien dónde había terminado, pero, al fin y al cabo, eso era lo que buscaba, evadirse de todo un poco, oxigenar su alma y quedarse a solas con sus pensamientos en compañía del aire del atardecer y de sus gafas de sol para ocultarse un poco del sol que la señalaba desde que había salido de casa.
Estaba cansada. No físicamente, era algo más insustancial, algo dentro de ella pesaba demasiado, quizás por eso, más que sentarse, se había amoldado a la silla. Le pidió al camarero que se le acercó algo que, en realidad, tampoco le apetecía demasiado, pero era el precio que debía pagar por quedarse allí sentada, rodeada de gente pero a solas con ella misma, camuflada entre los demás.
Se planteó por un segundo sacar el libro que llevaba en el bolso, pero... Ni siquiera eso le apetecía, sentía una profunda desgana y desinterés por hacer cualquier cosa.
Sacó la cajetilla de tabaco del bolso y se encendió un cigarro. Probablemente la mirasen con cara de indignación, pero le daba igual, para algo que sí le apetecía y podía hacer...
Se limitó a observar a su alrededor amparada por la oscuridad de sus gafas de sol. No había mucha gente allí, quizás por eso había elegido ese lugar. Una pareja de personas mayores con sus granizados de limón algo alejados de ella le llamaron la atención, no pudo evitar preguntarse con una leve sonrisa si algún día haría una pareja tan entrañable como aquélla... ¿Quién sabe? Quizás algún día daría esos paseos a ninguna parte en compañía. Se sonrió. Quizás algún día.
El cigarro se consumía y su vaso seguía intacto. Bebió algo del contenido dulzón y burbujeante, y respiró profundamente acomodada en la silla. Se sentía incomprensiblemente mejor y la desazón con la que había salido a la calle se iba desdibujando poco a poco y sin querer, sin motivo aparente, tal y como había llegado.
Unas risas no muy lejos de ella atrajeron su atención. Parecían un grupo de amigos enfrascados en una conversación realmente interesante y animada, todos querían llamar la atención de los demás y aportar algo a ella... Todos menos uno, que parecía estar ausente.
Quizás debería haber aceptado esa invitación y estar ahora con las demás, probablemente se le habrían olvidado todas las ideas absurdas que rondaban su mente... No, sabía que no. Si por alguna casualidad se le olvidaban, luego volverían a ella. Estaba segura de que estaría enfrascada a solas con ellas en su mente aunque estuviera rodeada de sus amigas. Como aquel chico...
Lo miró curiosamente, más aún después de pensar que estaba tan ausente como ella en ese preciso momento. Tenía una media sonrisa que invitaba a pensar que estaba muy a gusto en sus propios pensamientos, más que con la gente de su alrededor. Las gafas de sol que llevaba él también no le dejaban ver sus ojos, pero probablemente tuviera la mirada perdida en algún punto lejano de los tejados de los edificios de alrededor, o al menos así se lo imaginaba ella. Quizás no fuera la persona más atractiva a su alrededor, pero a ella se lo parecía, y no dejaba de preguntarse qué podría estar pasando por su cabeza para que pudiera sonreír de una forma tan vagamente sugerente...
Se apoyó sobre la mesa sin apartar la vista de él, en una pose que dejaba ver descaradamente el interés que le despertaba, muy a pesar de las gafas de sol, aunque ni siquiera se percató; de repente el mundo había desaparecido a su alrededor y sólo podía ver a aquél chico con aire despreocupado totalmente en las nubes... Aunque ella ni siquiera existiese para él. Le despertadaba una curiosidad enorme.
De golpe, bajó de las nubes y dirigió su mirada hacia ella, lo sabía a pesar de que sus gafas de sol le impedían ver sus ojos. Se sintió cazada, nerviosa y un calor horrible le recorrió todo el cuerpo. Sólo había una salida: huir. Buscó el monedero en su bolso, dejó un billete en la mesa y se levantó de allí bolso en mano con la misma sensación que la de un niño al que le han pillado haciendo una trastada, dejando la bebida prácticamente entera.


Hacía mucho que no publicaba un relato, y los que he publicado, ni siquiera me han gustado al releerlos, así que espero haber vuelto a mi cauce con éste. Ya se lo contaré cuando vuelva a leerlo en unos días.
Por supuesto, el final queda abierto, como siempre, a su imaginación.

PD.- Por votación popular, he editado el color de la letra (no quiero que sufran más sus retinas).
Un saludito