Iba caminando por allí y he visto aquel hospital tamaño Clip de Playmobil que sólo guardaba en pequeños fragmentos en mi memoria, casi olvidados, ocultos bajo la sombra del olvido. Han pasado muchísimos años desde la última y única vez que estuve allí. Exactamente, 22.
Y sin embargo, ahora lo recuerdo todo.
Allí fue la primera vez que la vi.
Me acuerdo de estar esperando allí en la entrada, en esa misma cristalera que he visto hoy, por la que no se ve casi nada, todo deformado, esperando con una paciencia que no era usual en mí entonces.
Y entonces la vi, en la cuna aquella, al lado de unos cuantos más, con una pulsera blanca en la muñeca con su nombre.
Pequeña, sin pelo, cabezona, rosa, con cara de ratita, y con esos ojos verdes vivos de pillina.
Aún no contaba con 5 años, y aún recuerdo la primera vez que vi a mi hermana. Incluso también notar las patadas que daba en la tripa de mi madre... Especialmente recuerdo el rato de los cristales. ¿En qué estaría pensando en esos momentos?
Me encantaba mirarla mientras dormía en la cuna, con sus tirabuzones rubios, me tiraba así largos ratos, observándola.
Irrumpió en mi vida y la llenó de... Compañía.
Somos la noche y el día, no nos parecemos en nada absolutamente. Ni siquiera en el físico. Pero es mi hermana, la conozco desde hace 22 años, y me ha dado penas y alegrías, momentos buenos y malos. Siempre ha estado ahí.
Por eso la quiero aunque a veces tenga ganas de arrancarle la piel a tiras...
La Ñeka ha hablado.
P.D.- Es curioso como el tiempo entierra los recuerdos bonitos... No debería ser así.
1 comentarios:
Lo bonito tiende a ser recordado.. que le vamos a hacer...
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