28 septiembre 2011 | By: Denebola

Orgullo y Perjuicios

Hoy he tenido una de esas noches en la que se duerme a trozos, a trompicones. Cosa bastante inusual en mí, la verdad, pero dadas las circunstancias, es bastante comprensible. El caso es que, en esos ratos de semiconsciencia en los que has despertado y tratas de coger el sueño de nuevo mientras algo en la cabeza te atormenta, mi subconsciente se ha marcado un monólogo-disertación que, ¡oh!, maravilla, logro recordar.
El caso es que, en ese monólogo, mi subconsciente daba por conocidas conclusiones que yo había pasado por alto y de las que ni siquiera era consciente a pesar de su obviedad. El ser humano no deja de sorprenderse a sí mismo a pesar de conocerse bien. No sé a ustedes, a mí es algo que me inquieta, en el buen sentido de la palabra.
Pero no es ése el camino que quiero llevar en este post.
En ese discurso semiconsciente de mi cerebro, quedaba al descubierto sin querer los motivos por los que una persona había actuado de la manera que lo hizo conmigo. Más que los motivos, el por qué de su actitud, que es bien diferente, aunque no aprecien bien el matiz.
He de confesar que hasta hace bien poco no me di cuenta de la razón que tenía el Sr Pirómano cuando una vez me llamó orgullosa. Sí, lo soy y se lo admito hasta públicamente, querido (para que vea). Pero no creo que mi orgullo me haya llevado a herir los sentimientos de nadie gratuítamente. La vida y las personas importantes que han pasado por ella me han enseñado a quererme, pero también a tener ciertos privilegiados a los que querer más que a mí misma, aunque los pueda contar con los dedos de una mano. Un top 5 en  mi vida, por llamarlo de algún modo.
Lo que no soy, y de eso estoy más que segura, es arrogante y prepotente. Que alguien se considere mejor que las personas que le rodean quiere decir que no sabe querer, no sabe amar incondicionalmente, no sabe sacrificarse por nadie ni quiere hacerlo, porque en su interior piensa que nadie lo merece, sólo él o ella. En definitiva, no tiene un Top 5, y si me apuran, ni un nº 1.
Y eso sí que no lo entiendo ni lo entenderé jamás, porque eso es precisamente lo que le llevó a esa persona a comportarse como lo hizo conmigo: creer que era mejor que todo el que le rodeaba, incluída yo. Quién lo iba a decir... Yo desde luego no me lo esperaba. Y si añadimos a la fórmula mentiras y manipulación, para mí el resultado es el peor posible, no sé para ustedes.
No entiendo a esa clase de personas que se miran al espejo y ven la perfección o lo más parecido a ella. No entiendo por qué desprecian al resto del universo viéndose a ellas mismas por encima de todo. No entiendo cómo son capaces de jugar con las personas como marionetas para conseguir sus propósitos, cómo pueden jugar con los sentimientos de los demás como si no existieran cuando, por lo general, no quieren que se juegue con sus suyos. No entiendo cómo juzgan con un rasero distinto a los demás que el que usan para juzgarse a ellos mismos.
No. No lo entiendo.
Y por mi parte, este tipo de personas no merece ningún respeto ni consideración. ¿Una postura muy radical? Quizás, pero son mis principios y no voy a cambiarlos. Me ha ido muy bien en la vida con ellos y sólo los cambiaría por una razón de mucho peso.
Llámenlo orgullo, si quieren. Que es bien distinto a la arrogancia o la prepotencia.