Un día más por delante, otras 24 horas más iguales a las demás, sin variaciones, monótonas. Un recorrido lleno de inercia, como el de todos los días, aburrido y sin una pizca de ilusión, sin incentivos. Al menos aparentes. Una especie de cárcel de barrotes invisibles de la que era incapaz de salir.
Quizás por eso se acercaba todas las mañanas a la ventana, para encontrar ahí fuera algo diferente o simplemente que le hiciera sonreír y empezar el día de otra manera, con algún tipo de ánimo. Quizás, no. Seguro.
Sí, se estaba apagando lentamente, pero era de esperar. Tanto tiempo metida en ese circulo vicioso, sin variaciones, un bucle sin fin que no permitía margen para un respiro, en un lugar en el que, aunque estaba bien, de alguna forma sentía que no era su sitio, como una pieza de puzzle mal puesta, incómoda, sin nadie que pudiera entender qué estaba haciendo y por qué lo hacía, una vía de escape. Cada día se retrotraía más, un viaje forzado a su interior para evitar que la apatía de ahí fuera la devorase, aunque no estaba segura de que fuera la mejor opción, porque a veces sentía que también la acechaba desde dentro.
Se terminó el café y con él, el tiempo para buscar algo ahí fuera que la reconfortase de algún modo.
Cogió su bolso y se encaminó a su rutina, a su eterno e inamovible "tengo que".
Quizás encontrase algo de camino que le hiciera ver el día de otra forma. Seguro. No perdía la poca esperanza que aún le quedaba. No podía permitirse ese lujo. Además, estaba convencida de que algún día esa rutina se rompería o, sencillamente, se acabaría. Y entonces, ya no sé acercaría a la ventana en busca de alguna motivación, porque al despertarse la sonrisa aparecería sola y lo único que querría ver, lo tendría a su lado. Seguro.
2 comentarios:
Muy occidental, muy bonito. Pudrirse en la rutina es... Tan de ahora que acojona. Bonito pareado el que me ha salido, me lo apunto.
Siempre suyo, King George
¿Tan de ahora?
Un relato un poco desalentador y gris, por eso le gusta, caballero, confiéselo.
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