22 marzo 2011 | By: Denebola

Entre fantasmas

Hoy hace un día horrible, de ésos en los que el cielo tiene unos nubarrones oscuros y cae un agüita ligera, como si estuvieran esperando a que una saliera de casa para que cayera el gran chaparrón.
En cierto modo, así estoy yo, un poco rara, de golpe chaparrón, y sol resplandeciente sin más. Supongo que es la luna. Y llevo así varios días, sólo que lo llevo por dentro.
Uno de mis dos fantasmas llevaba días rondándome. Ya saben, ese tipo de sombras que oscurecen tu ánimo de repente, sin aviso ni motivo, porque en el fondo sabes cuál es la respuesta y no tienen razón de ser, pero la incertifumbre, o váyanse ustedes a saber cuál es la razón, hace que las dudas irracionales y el miedo a que las cosas no salgan como queremos disipen nuestra certeza.
En este caso, yo llevaba días dudando y preguntándome si había elegido bien y si no habría metido la pata hasta el fondo habiendo elegido un camino que realmente se me está haciendo mucho más duro de lo que esperaba.

Cosas de la vida, acompañando a mi madre en sus compras, la lista de cosas que hacer nos llevó a la tienda de Nespresso. Nada más entrar le vi. No es difícil verlo, y no por su estatura, no creo que pase de 1'70, pero un rubio casi platino, calvo, regordete y de ojos azules muy claros no es muy normal en España. Lo que realmente me sorprendió no fue verle en la tienda, hasta mi madre tiene una cafetera de George Clooney, ¿quién lo diría?, lo que me dejó perpleja fue que estuviera al otro lado del mostrador. Un licenciado en Economía con una vitalidad y un optimismo que parecía que se iba a comer el mundo, estaba trabajando de dependiente. Nunca lo hubiera dicho, era a la última persona que imaginaría tirando la toalla.
Hacía 5 años que no le veía, quizás menos, desde que empezó a salir con su actual novia y ya ninguno de sus amigos supimos nada más de él.
Cuando me contó que le era imposible encontrar trabajo, ni aquí ni en la China Popular, le noté desesperanzado, como derrotado, como si tan sólo diciendo la palabra "trabajo" hubiera abatido todo su ímpetu y vitalidad. Me dió tanta lástima verlo así... Al hablarle de mi decisión, mi año de estudio, mi vida de monje cartujo, me miró con sus ojos azules casi blancos y pronunció unas palabras que me dieron una vida que me hizo sentir hasta mal en contraste con su estado de ánimo: "Has tomado la mejor decisión en el mejor momento".

A veces sólo necesitamos que alguien nos diga unas palabras de ánimo, de ésas que son sinceras, para volver a creer en uno mismo y continuar el camino.
Yo de momento, ya he disipado un fantasma por un tiempo. Sé que volverá, pero sólo tengo que mirar una hoja para seguir adelante.
En cuanto al otro fantasma, es otra historia diferente.