17 enero 2013 | By: Denebola

Mujer treintañera, busca

No sé exactamente dónde leí aquello de que a los 30 una mujer ha dejado de experimentar a lo loco en el terreno sentimental y sexual, y busca con los pies en la tierra, la búsqueda de alguien que encaje con ella mientras termina de encontrarse a sí misma. Algo así como que a los 30 una mujer ha dejado de buscar a lo loco y sin sentido, y tampoco ha llegado a la seguridad de la madurez, un término medio donde aún tiene cabida la ingenuidad y la frescura de los 20 y se empieza a tener seguridad de por dónde se pisa, o al menos de saber que ése es el camino que se quiere tomar.
Sólo sé que lo leí en dos sitios diferentes y sin ningún tipo de conexión.
Y me sorprendió que eso mismo lo dijeran mujeres. No sé si le habría dado importancia si aquellas palabras las hubieran escrito hombres, la verdad. Y no por despreciar al género masculino, sino porque, por mucho que desde fuera las cosas se vean mejor, la mente femenina es un mar inmenso donde a veces da miedo ahondar y bastante difícil de descifrar. La mayoría de las veces, lo que piensa una mujer no es lo que se ve desde fuera.
Y sí, eso lo digo yo, una mujer.
Francamente, no sé si estoy en posición de responder o criticar esa opinión. Probablemente debería pasar la treintena para estar segura de que esas mujeres tienen razón o no, valorar mi propio recorrido y concluir que mi caso no se ciñe o sí a esas palabras.
Pero si miro a mi alrededor, a todas las féminas que forman mi círculo de amistad, tengo ejemplos de lo más variopinto que podrían tirar por tierra de forma brutal esas palabras y otras que las reforzarían de forma sublime ejemplificándolas como si de un libro de psicología brotase un ejemplo vivo.
Y yo sencillamente alucino.
¿Es la mujer un ser tan complicado que no se puede generalizar en torno a ella? ¿O es que la multitud de casos particulares terminan disolviendo una verdad como podrían ser esas palabras?
No tengo ni puñetera idea.
Debe ser que aún estoy fascinada por cómo lo que veo a mi alrededor ametralla esas palabras hasta dejarlas sencillamente rotas.
Yo no sé qué pensaran ustedes, pero si me miro a mí misma y a mi trayectoria, creo que esa "seguridad de caminar por un sendero que he elegido y quiero" la empecé hace ya mucho tiempo. En la veintena, para ser más exactos. Otra cosa es que lo encontrara o no y que llegase antes o después. Eso es otro tema. En lo que respecta a los sentimientos y el sexo, he tenido las cosas claras, por lo que parece, muy pronto. Y no porque pueda alardear de una extensa lista de amantes, que no, sino porque, creo yo, he tenido a bien aprender algo de cada uno de los errores que he ido cometiendo con nombre y apellidos para no volver a sentir ese dolor. A nadie le gusta salir herido. Un proceso de "prueba y error", si les gustan los términos técnicos y se atreven a racionalizar el asunto.
¿Por qué yo sí (teniendo en cuenta que miro esto desde la propia treintena a analizar, claro, no sé si estoy en la mejor de las posiciones para juzgarme a mí misma) y otras no han salido de esa locura permanente (que las hay)? Puede que sea cuestión de individualidad, de que cada persona es un mundo y elige su propio camino, de que tiene su propio proceso de aprendizaje. O puede que sea cuestión de género, que a las mujeres nos guste complicarnos la ya de por sí complicada vida (depende de como se mire, claro, la vida puede simplificarse de un plumazo si se quiere) y darnos de cabezazos contra una pared.
No tengo ni idea.
Yo si miro a mi alrededor, esas palabras tienen tanto sentido como decir que a las mujeres a los treinta no hay quien nos entienda. Sí y no. Hay de todo.
Pero quizás no esté mirando bien, o que mis añitos por la treintena me estén nublando el juicio, o que, ya sería puta casualidad, estoy rodeada de excepciones.