20 enero 2012 | By: Denebola

¿Tarada?

Cuando escuchó esas palabras se quedó mirándole como si no pudiera creer lo que le acababa de decir y se echó a reir. Sabía que era por despecho o quizás por impotencia, pero no podía creer que pensase aquello ni por un segundo.
-"No tienes ni puta idea". Y no, no la tenía. Él se reiteró en su opinión y no quiso continuar con el tema, estaba zanjado. Si pensaba así, poco le importaba, pero desde luego no iba a perder ni un momento más con él ahora que sabía cuáles eran sus intenciones y su opinión.
Se terminó tranquilamente su cerveza y se acercó a los demás. Se iba, no tenía ganas de seguir allí después de aquello. Cogió su chaqueta y salió de allí. Dado las horas que eran, coger un taxi sería como pedir a un asesino en serie que tuviera piedad. Imposible. Así que se fue dando un paseo a casa.
No podía creérselo, ¡le había dicho que estaba tarada! No en el sentido de loca, sino que tenía una tara, y ¡todo porque le había rechazado! Era increíble. Desde luego, si quería conseguir algo de ella, ésa no era la mejor forma. Sabía perfectamente que había alguien que era muy importante para ella, ¿cómo podía plantearse siquiera la posibilidad de que pasara algo? Debía quererse muy poco para querer algo con ella sabiendo que no sentía ni una millonésima parte ni por él ni por nadie. ¿O quizás tenía la absurda idea de que podría reemplazarlo? ¿Tendría complejo de príncipe azul?
No le entendía. En cualquier caso, pensar que estaba tarada no decía mucho de él.
¿Tarada? Pues muy bien. Después de aquello no se iba a molestar en explicarle que no había tara alguna, sino que a esa persona la quería de verdad. Que a alguien que se quiere al 100% no se le olvida ni se reemplaza como si fuera el rollo de papel higiénico. Que a aquella persona que has estado buscando toda tu vida no dejas que se desvanezca nunca más porque, en realidad, ha estado a tu lado toda tu vida y es imposible borrarla. Que nadie iba a poder hacerle sentir como él lo hacía por mucho que lo intentaran. Que le había marcado de por vida y, lo más importante, le gustaba llevar aquella marca. Si quería llamarlo tara, era su problema, porque eso significaba que nunca podría querer de verdad; ella prefería pensar que era el único. The one, como decían algunas canciones...



Sí, me llamaron tarada una vez. Y no se daba cuenta de que el único tarado era él...