12 enero 2012 | By: Denebola

Consejos de la Dirección General de URA

Hay cosas que a uno le hacen daño en lo que más quiere: su orgullo. Bueno, admito que no siempre es lo que más queremos,  pero sí uno de nuestros bienes más preciados.
Cuando le tocan a uno el orgullo, aunque sea levemente, se despierta la bestia que llevamos dentro y que Dios pille confesado a quienquiera que haya osado hacernos daño, premeditadamente o no, porque no va a salir muy bien parado.
Sin embargo, otras veces, incomprensiblemente, somos capaces de vendernos hasta el punto de perder nuestra dignidad.
¿Quién lo entiende?
A mí no me miren, aunque haya estudiado una ciencia social, la primera lección de sociología que recibí fue que el comportamiento humano es errático e impredecible.
Y en esas 2 situaciones me hallé yo hace bien poco con una separación de pocos minutos.
Tras un estallido de veneno en dirección al objeto de mi ira, con el orgullo más que herido, me mostré intransigente como un niño que se guarda su pelota en el patio al grito de "¡¡¡¡Es míííííííííía!!!!" a seguir tolerando depende qué condiciones sin chistar. Así que, para lograr mi objetivo, tuve que tragarme todo ese orgullo, que no era poco, y vender mi alma al diablo.
En resumen: he conseguido poner fecha a mi exilio, pero a costa de un par de días de salir de compras. Y con mi madre.
Ahora me pregunto echándome las manos a la cabeza qué he hecho.
Sí, he logrado mi objetivo, pero, ¿a qué precio?
Ya se lo contaré el lunes...
Un consejo: no tomen decisiones importantes ni manejen maquinaria pesada bajo los efectos de una CocaCola con aspirina. Coloca. No es broma.