Se despertó, la poca luz que entraba por las rendijas de la persiana le daba en la cara y el calor le había hecho volver al mundo real. Ya había amanecido... Pero era pronto, no tenía que ir a trabajar, no tenía que despertarse, mejor se quedaba en la cama, estaba muy cansada.
Debía ser muy temprano, porque él tampoco se había ido. Notaba el calor de su suerpo detrás de ella, su brazo tranquilo apoyado en su cintura. Aún dormía. Sería mejor no moverse, él sí que tenía que ir a trabajar y no sabía cuántas horas de sueño le quedarían aún, no quería despertarle, mejor dejarle descansar.
Y el sueño se la volvió a llevar.
Escuchó el sonido taladrante del despertador.
"Es todavía más molesto cuando no tienes que madrugar", pensó nublada aún por el sueño, y le escuchó algo inteligible, algún improperio contra el maldito despertador atenuado por el cansancio y la desgana. Escuchó cómo le daba un pequeño golpe y sintió cómo se le abrazaba despacio, atrayéndola hacia él antes de darle un beso en el hombro y levantarse en silencio, desenroscándose de su lado lentamente para no despertarle.
Escuchó agua correr, ruido de cajones, y algún golpe por los muebles de la habitación entre el sopor de los sueños. Algún ruido cristalino y metálico desda la cocina antes de volver a caer en los brazos de Morfeo. No se enteró de cómo se había sentado en su lado de su cama y le había retirado el pelo de la cara para quedársela mirando y darle un beso antes de irse.
Cuando el calor en la habitación empezó a subir la temperatura de su cuerpo, abrió los ojos. Ya no sentía sus brazos alrededor suyo, se incorporó en la cama, tapándose con la sábana, poniendo atención a los ruidos de casa, por si aún no se había ido. Pero no. El otro lado de la cama estaba vacío, igual que la casa. Pero aún olía a él, a su colonia, a su piel recién duchada, a su pelo limpio.
Se sonrió.
No importaba, llegaría en un rato.
1 comentarios:
Ya lo dije...
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