Y tiemblas...

Cuando se cruzó en mi camino, ni siquiera imaginé la reacción que iba a provocar en mí.
De hecho, a posteriori supe que, lo que él provocaba en mí, yo misma lo provocaba en él.
Ni siquiera me di cuenta.
Fue lento.
Pero, como todo lo que merece la pena, se cocina a fuego lento, poco a poco, sin querer, sin darte cuenta.
Lo cierto es que, algo que no entendía me arrastraba hacia él. No es que no quisiera, al contrario, me gustaba ser arrastrada, me dejaba llevar. Sin embargo, me resistía. Quizás porque todos tenemos un pasado, todos tenemos dentro algo que da lugar a una voz interior que quiere rehuir abrir lo más profundo de nuestro ser, porque a todos nos han hecho daño; a unos más, a otros menos, todos hemos cometido errores, y nos persiguen, unas veces los errores han sido provocados por terceras personas, otras veces, por nosotrsos mismos; pero siempre nos vamos creando una coraza para que el daño que nos hagan los que vienen detrás, sea menor. Especialmente, yo.
Pero con él ignoré mi coraza.
Lo que tantos años de hacerme fuerte había ido construyéndose lentamente, con él fue invisible.
De lo cual, me alegro.
Igual que me alegro de haber ignorado estupideces varias que me habrían, y algunas me hicieron, demasiado daño.
Poco a poco fue como ir tocando lentamente, centímetro a centímetro, la felicidad. Como ver a cámara lenta cómo tocas los dedos de alguien y lentamente vas encajando tu mano con la suya. Perfectamente fabricada para encajar con la tuya. Sólo que en esta jodida vida, nadie ha sido fabricado para ti. ¿O sí? Hoy por hoy, ya no estoy tan segura. Ahora creo que sí. El molde perfecto, hecho a tu medida. Quizás Platón no estaba tan, tan, tan equivocado con su Mito de la Caverna...
Y, poco a poco, todo empezaba a encajar con él, lento, por fuera, por dentro, todo, como un perfecto puzle complicadísimo que empieza a tomar forma.
En los bares no llueve.
El desencadenante de una tormenta que dio lugar a verlo todo claro. Una felicidad que sólo ha ido en aumento. A pesar de las circunstancias. Y sigue yendo en aumento.
Me siento impotente de querer expresar algo que siento que nadie es capaz de comprender.
Nadie, absolutamente nadie.
Lo he intentado, pero me parece que no es posible. Tan sólo una persona, y no creo que llegue a comprender la dimensión que todo lo que todo esto comprende, me ha confesado que tiene envidia de todo esto. Ojalá ella supiera lo que llevo dentro, lo que he sentido, lo que siento, que es algo que no va a morir, porque no tiene fin. Ojalá ella pudiera tener lo mismo. Ojalá...
A varias personas cercanas he tratado de explicarles que es algo increíble, pero veo a ciencia cierta que se quedan en un sentimiento muchísimo más concreto, más caduco, más inerte. Es como abrir un yogur y saber que algún día, eso no será lo mismo. Se echará a perder.

Nadie tiene ni idea de lo que es mirar a los ojos de alguien, sentir su tacto, sentir su aliento, y saber que has estado ignorante hasta el momento en que se ha cruzado en tu vida, porque le has estado buscando desde el momento en que naciste, y no sabías que le buscabas, sólo sabías lo que no querías.
Y se cruza en tu camino, y un día te das cuenta de que, aunque no tenías ni idea, le has estado buscando toda tu vida.
Y tiemblas...

Y este relato no es irreal... ¿O sí?