17 enero 2015 | By: Denebola

Dormir o perder el juicio, he ahí la cuestión (Shakespeare... ¿no?)

Es curioso cómo altera nuestro ánimo el simple hecho de dormir.
Y no me refiero simplemente a descansar, que ya tiene lo suyo (no sé si han probado a pasar una noche en blanco y largarse a trabajar; simplemente les diré que no se lo aconsejo), sino al hecho de soñar.
Los sueños...
Unos dicen que son las proyecciones de nuestros deseos y anhelos, y de nuestros miedos y temores. Otros dicen que el cerebro reúne las piezas sueltas de todos los recuerdos del día, aquellas cosas que nuestra mente consciente ha pasado por alto, y nos las muestra, las expulsa de algún modo.
Yo, personalmente, opino que es una mezcla de las dos cosas.
Porque, ¿qué motivo iba yo a tener para haber soñado precisamente con eso esta misma noche? Ninguno. Algo debí pensar, algo debí ver o escuchar que relacioné con ese tema y mi cerebro me ha recordado lo que más deseo en forma de sueño. Y, si he de ser perfectamente sincera, sé que es así, sólo que no soy capaz de recordar qué desencadenó mis sueños...
Y lo he intentado intensamente a lo largo del día, porque me gustaría recordarlo, me gustaría revivir ciertas cosas y encontrar de verdad esa ilusión que he experimentado en forma de sueño...
Pero, a lo que iba.
Ese mismo sueño, algo que no esperaba ni por asomo y recuerdo intensa y vívidamente, me ha hecho despertar con un humor... Peculiar, por llamarlo de algún modo.
Para empezar, una patada en el culo necesaria desde hace muchísimo tiempo que me ha hecho reaccionar de modos que no había reaccionado en... Años. Llamémosle despertar.
Para seguir, inquietud. Un no poder parar quieta. Porque, aunque no ha sido una pesadilla, ni mucho menos (tampoco sería la primera vez, he soñado desde que me apuñalaban en el pecho, me ahogaban en una piscina, hasta que me fusilaban delante de casa de mi abuela... Sí, lo sé, material morboso para los Freudianos y loqueros varios... Aunque cierta amiga psicóloga me dijo que hasta que no soñase con que sodomizaba a mi padre, no debía preocuparme. No sé por qué...), me ha perturbado a niveles fundamentales. En realidad estaba contenta y feliz porque el sueño había sido explícito, vivo, más de lo que llevo estando yo desde hace tiempo, podía sentir dentro del sueño. Pero también era una sensación agridulce que me ha hecho gruñir, literalmente, porque era sólo eso: un jodido y puñetero sueño.
Estaba de un humor tan extraño, cabreada y a la vez anestesiada por las sensaciones de felicidad, que me he ido de compras.
¡Yo! ¡De compras!
Sí, vale, no suelo ir de compras si no estoy realmente cabreada (es simple lógica: odio tanto ir de compras, sobre todo acompañada y más si es mi madre o peor aún, mi hermana, que, cuando estoy que muerdo, el esperar en los vestidores, el machacarme los pies deambulando por ahí, el SUPERLATIVO cabreo que viene cuando lo que te gusta no te queda bien o lo que te queda bien no te gusta nada... No pueden cabrearte más y sencillamente suspiras y continuas), pero lo más extraño es que me apetecía.
Y aún más raro ha sido volver con un par de botas roqueras que me han enamorado y que, oh, Dios, esto sí que es un milagro, le han encantado a mi madre, unos jeggins (sí, ahora hay que saber idiomas para comprar ropa... Simplemente unas mallas que simulan ser vaqueros) y, al loro, maquillaje.
¡Maquillaje!
Definitivamente, me he vuelto loca. Más aún si consideramos el hecho de que pienso volver a salir de compras mañana.
¿Y todo esto lo ha hecho un sueño?
Nah, en realidad estoy perdiendo la chaveta, eso lo sabemos todos.

PD.- Al final ayer bajé a por tabaco. Y de paso chocolate para combatir la depresión de las horas sin luz solar... Qué coño, por vicio, igual que el tabaco.