26 julio 2010 | By: Denebola

Huele a vainilla

Mi habitación huele a vainilla.
Odio el olor a vainilla.
Y más cuando llevo 2 semanas sin pisar mi casa.
El día 11, tanto mi hermana como yo amenazamos a mi padre para llegar a la playa antes de que empezase el partido de la gran final. Pobre hombre. Nos tomó en serio aún sin gustarle el fútbol. Mi hermana se bañó en la fuente más asquerosa de todo Salou cuando ganó la selección y a mí me escucho gritar toda la Costa Dorada.
El pobre tiene la convicción de que es gafe y no ve ningún partido crucial. Aún recuerdo el partido de la Supercopa del Zaragoza, mis padres en la cocina y yo, con 16 años, en el comedor, gritando como una condenada, y como una hooligan con el gol de Nayim (brutal, aún recuerdo la cara del pobre Seaman). Grapé una bandera del Zaragoza al toldo nuevo, y mi madre me puso de vuelta y media. Esta vez, la bandera de España en "Polonia" ondea bajo el consenso de toda la familia. Grapada al toldo nuevo, también. Mi madre nos ha puesto de vuelta y media. También. Aunque cuando me escucho gritar como si hubiera ganado un sueldo para toda mi vida, se me abrazó y aguantó el post-partido como una campeona.
Y al volver aquí, mi habitación huele a vainilla.
Qué asco.
No me gustan los olores intensos.
Sobretodo si significa que mi tía ha estado danzando por mi habitación. No me importaría si hubiera sido otra persona, no tengo nada que esconder, es el simple hecho de saber que me han estado mangoneando mi cuarto.
No tengo ningún problema en que me lo digan abiertamente, no tengo nada que esconder, repito. Lo que me molesta es el hecho de sentir que mi intimidad ha sido violada.
¿Tan aburrida es la vida de los demás que tienen que andar fisgoneando en la vida de los que les rodean?
Soy celosa de mi intimidad, es cierto, pero no oculto lo que hay. Cuando me preguntan, no miento, es algo que detesto superlativamente. El que me conoce, sabe que si hay algo que odio por encima de todo es la mentira, no ser sincero. Una cosa es no decir toda la verdad, otra, mentir deliberadamente.
Tanto lo odio, que la última vez, pensando que me mentían, creí a una persona, la cual tiene nula credibilidad para mí ahora, y saqué mi lado más desagradable con la persona que más quiero.
Craso error.
Metí la pata hasta el fondo.
Pero también he de decir que si hubiera podido, la reconciliación habría sido inolvidable.
Mi habitación huele a vainilla...
Mi initimidad huele a violación...