Siempre me han gustado los gatos.
Es curioso, porque todos los niños a mi alrededor en primaria se privaban por los perros. El amigo fiel y todo eso. Nunca me atrajo.
Los mininos tienen un modo de ver el mundo que yo comparto.
Pero, no sé si lo saben, cada raza de felinos tienen sus peculiaridades. Y yo tuve un siamés.
Puro.
¿Quieren saber cómo se distinguen?
Su rabo está retorcido. Y es negro.
Si no es así, es un cruce.
Recuerdo perfectamante su primera noche. Nos lo dieron una noche de invierno, apenas recién nacido. Era un pobre ovillito de lana que mi madre apenas podía darle leche con una cuchara. Mi hermana, con apenas unos años de vida, se enamoró del minino.
¿Y quién no?
Fue un amigo fiel.
Que dormía en la almohada más próxima a la venta como si fuera un perro guardián defendiendo a las pequeñas de la casa, que se peleaba con la escoba y huía de la aspiradora. Quien merodeaba por las terrazas, no haciendo amigos, como todos los vecinos pensaban, sino asegurando el perímetro.
Años después, cuando desarrollé mi alergia y no pude tocarlo más, no lo comprendí.
Ahora lo hago.
Hay muchas razas de gatos domésticos.
Pocas tan peculiares como los siameses.
Leales a sus amos como cualquier can. Íntima y emocionalmente ligados a ellos. Nos necesitan, porque sino, se deprimen. Lo que leen, sí, se deprimen.
Pero fuera de esa casa, de esa jerarquía...
Oh, agárrense los cinturones.
No creo que haya ningún minino tan alfa como ellos.
Son los alfas.
Desgarran lo que haga falta. Someten lo que deben.
Y vuelven a casa a por mimos.
Ay...
Sigo adorándote, pequeño.
Siempre
Divagaciones de 3 perturbados
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Egocentrismo y supervivencia
Es curioso.
A estas alturas de mi vida en las que he perdido tantas cosas, muchas fundamentales, no esperaba encontrarme con esto.
Expectativas.
Esperanza.
Planes.
Qué cosa tan extraña en esta vida, ¿verdad?
Prueben a opositar y verán que lo extraño de la vida es que esos planes no se caiga a pedazos. Que no den vueltas de 180º. Que no le desbaraten los planes de forma cruel e inesperada.
Opositar es sobrevivir.
Como un jodido naufrago sin nada a lo que aferrarse.
¿Expectativas?
¿Esperanza?
No se puede contar con ellas.
Es supervivencia pura y dura.
Cruel.
Y de repente...
Zas.
Tu mundo cambia.
¿Y qué haces?
Sobrevivir.
Porque es lo único que sabes hacer.
O al menos lo único que recuerdas.
A estas alturas de mi vida en las que he perdido tantas cosas, muchas fundamentales, no esperaba encontrarme con esto.
Expectativas.
Esperanza.
Planes.
Qué cosa tan extraña en esta vida, ¿verdad?
Prueben a opositar y verán que lo extraño de la vida es que esos planes no se caiga a pedazos. Que no den vueltas de 180º. Que no le desbaraten los planes de forma cruel e inesperada.
Opositar es sobrevivir.
Como un jodido naufrago sin nada a lo que aferrarse.
¿Expectativas?
¿Esperanza?
No se puede contar con ellas.
Es supervivencia pura y dura.
Cruel.
Y de repente...
Zas.
Tu mundo cambia.
¿Y qué haces?
Sobrevivir.
Porque es lo único que sabes hacer.
O al menos lo único que recuerdas.
Sombra aquí y sombra allá
La gente que se cruza conmigo, me encasilla como a alguien que no ha cruzado apenas la treintena.
Déjenme decirles que...
Me descojono ante esa reacción.
Internamente.
No hay NADA como el factor sorpresa.
Francamente, a los dieciocho o los veinte tenía su punto puñetero. Lo de ir a todas partes con el jodido DNI para que te dejaran entrar donde tus amigas entraban de calle incluso con dieciséis... Bueno, supongo que el Karma tiene su modo de compensar sus putadas.
Aunque, todo sea dicho, a mí no me ha importado mucho nunca quedarme fuera de las discotecas/pubs/lo que fuera, porque, a pesar de todo, tenía amigas que se apiadaban de mí y, a pesar de no poder entrar, me sacaban el litro de la guarrada de turno con alcohol y de hecho, era yo la que expandía sus horizontes sociales.
Hoy por hoy, con mis treinta y cinco años... Me importa muy poco la edad que los demás piensen que tengo. Aún menos que a os dieciséis.
Francamente, nunca he sido alguien que esconda su edad.
Pero no deja de ser gracioso como te juzgan los demás por tu apariencia. O por tu edad.
De hecho, mi "queridísimo amigo/vecino", el heavy que es un super guay y por el cual lloro, no por sus bóxers de los pitufos, sino porque escucha heavy, heavy de verdad, pero luego se cruza contigo en el ascensor y te dice 'chao' con un deje inconfundiblemente guay de gimnasio... Y me lo encuentro saliendo a las diez de la noche, saliendo con una niña lacoste y tommy hilfigher, de tacones infinitos...
Si esa mema supiera que probabemente mi ropa y mis tacones podrían pasarle por encima en cuanto a factura, si quisiera, pero que no me da la gana...
Si supiera que no soy la niña que ella cree que soy, a pesar de sus cremas y maquillajes de Dior....
Ay, las apariencias.
¿Qué coño le pasa al mundo?
Quiero decir... Sí, siempre habrá memos y memas (a pesar de que escuchen Iron Maiden o Scorpions). Pero, en serio, incluso mi vecina del segundo piensa que soy una estúpida veinteañera, algo que disto muchísimo de ser.
Si ella supiera que no, no lo soy, y que además escucho todas y cada una de las discusiones que tiene con su marido...
Lo que sí tengo claro es que, si yo estuviera casada y me vieran con mi flamante pareja, nadie, absolutamente nadie, ni el heavy memo, ni la nena lacoste, ni la vecina estúpida... Pensarían que podrían pasarme por encima.
Una lástima que las apariencias engañen.
O que piensen que necesito a un hombre a mi lado para protegerme de la gente mala.
Nunca me ha gustado que toquen los cojones.
Ni siquiera si no tengo de eso.
Así me va con mis vecinos, que se encuentran con lo que no se esperan...
Déjenme decirles que...
Me descojono ante esa reacción.
Internamente.
No hay NADA como el factor sorpresa.
Francamente, a los dieciocho o los veinte tenía su punto puñetero. Lo de ir a todas partes con el jodido DNI para que te dejaran entrar donde tus amigas entraban de calle incluso con dieciséis... Bueno, supongo que el Karma tiene su modo de compensar sus putadas.
Aunque, todo sea dicho, a mí no me ha importado mucho nunca quedarme fuera de las discotecas/pubs/lo que fuera, porque, a pesar de todo, tenía amigas que se apiadaban de mí y, a pesar de no poder entrar, me sacaban el litro de la guarrada de turno con alcohol y de hecho, era yo la que expandía sus horizontes sociales.
Hoy por hoy, con mis treinta y cinco años... Me importa muy poco la edad que los demás piensen que tengo. Aún menos que a os dieciséis.
Francamente, nunca he sido alguien que esconda su edad.
Pero no deja de ser gracioso como te juzgan los demás por tu apariencia. O por tu edad.
De hecho, mi "queridísimo amigo/vecino", el heavy que es un super guay y por el cual lloro, no por sus bóxers de los pitufos, sino porque escucha heavy, heavy de verdad, pero luego se cruza contigo en el ascensor y te dice 'chao' con un deje inconfundiblemente guay de gimnasio... Y me lo encuentro saliendo a las diez de la noche, saliendo con una niña lacoste y tommy hilfigher, de tacones infinitos...
Si esa mema supiera que probabemente mi ropa y mis tacones podrían pasarle por encima en cuanto a factura, si quisiera, pero que no me da la gana...
Si supiera que no soy la niña que ella cree que soy, a pesar de sus cremas y maquillajes de Dior....
Ay, las apariencias.
¿Qué coño le pasa al mundo?
Quiero decir... Sí, siempre habrá memos y memas (a pesar de que escuchen Iron Maiden o Scorpions). Pero, en serio, incluso mi vecina del segundo piensa que soy una estúpida veinteañera, algo que disto muchísimo de ser.
Si ella supiera que no, no lo soy, y que además escucho todas y cada una de las discusiones que tiene con su marido...
Lo que sí tengo claro es que, si yo estuviera casada y me vieran con mi flamante pareja, nadie, absolutamente nadie, ni el heavy memo, ni la nena lacoste, ni la vecina estúpida... Pensarían que podrían pasarme por encima.
Una lástima que las apariencias engañen.
O que piensen que necesito a un hombre a mi lado para protegerme de la gente mala.
Nunca me ha gustado que toquen los cojones.
Ni siquiera si no tengo de eso.
Así me va con mis vecinos, que se encuentran con lo que no se esperan...
De tal palo, tal astilla
Dicen que con la edad los defectos se acentúan... Y que la nariz y las orejas siguen creciendo.
Doy gracias a Dios por tener una nariz pequeña, porque lo de los defectos lo estoy viviendo en mis propias carnes. Y, joder, una vez llegados a la edad adulta, ¡qué puñeteramente difícil es corregir esos aspectos de uno mismo que no nos gustan!
Siendo sincera, yo a veces sólo puedo tirar la toalla.
Mi yo testarudo es más perseverante que mi fuerza de voluntad.
Muchísimo más.
Si además eso es exactamente lo que quieres cambiar... Se convierte en una cuestión de orgullo.
Y eso es una combinación explosiva.
Ego, orgullo, carácter, fuerza de voluntad... ¿Cómo saber cuándo, dónde parar, si alguna de esas tres potentes características va a salir herida? ¿Cómo ver la línea que separa el orgullo o la testarudez de un error, un error estúpido, además, para evitar el desastre?
Supongo que debería haberme licenciado en psicología y filosofía en lugar de economía, pero, oigan, sé bien que eso no da de comer. La economía, por otro lado... No es que sea sinónimo de dinero, menos aún en estos días de depresión (curioso como la economía y la psicología comparten al menos palabras, ¿eh?), pero algo sí pone de mi parte.
La adolescencia, sin embargo, es otro cantar. Esa testarudez nace de la rebelión, del ansia de libertad, de querer hacerse oír y contar como uno más en nuestro entorno. Aunque eso no es necesariamente sinónimo de tomar las decisiones adecuadas. Lo cual tampoco es necesariamente malo, porque si de algo aprende el ser humano, es de los errores... Aunque a veces tampoco es el caso.
Lo que vengo a decir con esto es que hace poco estuve con mis primos.
Los mayores ya están en una edad en la que han afianzado su opinión y, en plena edad adulta, ni siquiera se cuestionan si sus palabras u opiniones puedan ser las correctas o, peor aún, puedan coexistir con las de los demás, un error muy común cuando pensamos que nuestro punto de vista es el correcto y no pensamos que la forma de ver las cosas de la persona de al lado pueda ser igual de válida o incluso complementaria a la nuestra.
La relatividad no es algo que se acepte fácilmente; cuestión de ego, supongo.
Una lástima.
Y que eso lo diga yo, una extremista patológica, tiene su mérito. Para que vean; se pueden hacer avances incluso entre los más radicales de nosotros ;)
Sin embargo, mis primos pequeños, en una edad adolescente o incluso ya entrando en la edad adulta... Ay, Dios. Me compadezco de ellos.
Con semejante caldo de cultivo del que alimentarse... ¿Cómo va a terminar el asunto? Si la generación anterior somos tan testarudos, tan intransigentes, tan... [Autoanalícense y escriban aquí sus peores rasgos... Duele, ¿eh?], ¿cómo no van a intensificarse esas mismas cualidades en la siguiente, si somos el espejo en el que se miran y ésos son los rasgos que están mamando?
Joder, me echo a temblar.
Tal vez sea algo bueno no tener en el horizonte cercano ser madre, al menos en el aspecto que estoy tratando.
Lo que quiero decir es que... Sí, nos quejamos todos de que las nuevas generaciones vienen siendo narcisistas, radicales y mil cosas más. Y no niego que soy la primera en hacerlo ni niego que sea cierto, pero... ¿Se han parado a pensar que tal vez, sólo tal vez, nosotros les hemos dado las herramientas y los genes? ¿Que también tenemos nuestra parte de culpa?
Como bien he dicho, menos mal que no tengo hijos que supongan el botón a mostrar como ejemplo en lo que acabo de escribir. De este modo se queda sólo en palabras hipotéticas y a las que nadie hará mucho caso.
*Escalofríos*
Edito: En Fin, me voy a ver The Flash, para que vean lo profunda que soy las 24 horas del día, non stop.
Y sí, me empapo tanto Arrow, como Flash, como otras series del mismo calibre. De hecho, tengo pendiente hasta una miniserie de Nightwing que me da escalofríos sólo de pensar en ella (esta reseña sólo la captarán los más frikis... Y yo me enorgulleceré de ellos). De los de anticipación y risitas nerviosas adolescentes.
Mientras tanto, aquí tienen mi última rallada mental. Por si se les hace muy larga la espera del último capítulo de Gotham o The Vampire Diaries y necesitan distracción.
Encantada de dársela.
Doy gracias a Dios por tener una nariz pequeña, porque lo de los defectos lo estoy viviendo en mis propias carnes. Y, joder, una vez llegados a la edad adulta, ¡qué puñeteramente difícil es corregir esos aspectos de uno mismo que no nos gustan!
Siendo sincera, yo a veces sólo puedo tirar la toalla.
Mi yo testarudo es más perseverante que mi fuerza de voluntad.
Muchísimo más.
Si además eso es exactamente lo que quieres cambiar... Se convierte en una cuestión de orgullo.
Y eso es una combinación explosiva.
Ego, orgullo, carácter, fuerza de voluntad... ¿Cómo saber cuándo, dónde parar, si alguna de esas tres potentes características va a salir herida? ¿Cómo ver la línea que separa el orgullo o la testarudez de un error, un error estúpido, además, para evitar el desastre?
Supongo que debería haberme licenciado en psicología y filosofía en lugar de economía, pero, oigan, sé bien que eso no da de comer. La economía, por otro lado... No es que sea sinónimo de dinero, menos aún en estos días de depresión (curioso como la economía y la psicología comparten al menos palabras, ¿eh?), pero algo sí pone de mi parte.
La adolescencia, sin embargo, es otro cantar. Esa testarudez nace de la rebelión, del ansia de libertad, de querer hacerse oír y contar como uno más en nuestro entorno. Aunque eso no es necesariamente sinónimo de tomar las decisiones adecuadas. Lo cual tampoco es necesariamente malo, porque si de algo aprende el ser humano, es de los errores... Aunque a veces tampoco es el caso.
Lo que vengo a decir con esto es que hace poco estuve con mis primos.
Los mayores ya están en una edad en la que han afianzado su opinión y, en plena edad adulta, ni siquiera se cuestionan si sus palabras u opiniones puedan ser las correctas o, peor aún, puedan coexistir con las de los demás, un error muy común cuando pensamos que nuestro punto de vista es el correcto y no pensamos que la forma de ver las cosas de la persona de al lado pueda ser igual de válida o incluso complementaria a la nuestra.
La relatividad no es algo que se acepte fácilmente; cuestión de ego, supongo.
Una lástima.
Y que eso lo diga yo, una extremista patológica, tiene su mérito. Para que vean; se pueden hacer avances incluso entre los más radicales de nosotros ;)
Sin embargo, mis primos pequeños, en una edad adolescente o incluso ya entrando en la edad adulta... Ay, Dios. Me compadezco de ellos.
Con semejante caldo de cultivo del que alimentarse... ¿Cómo va a terminar el asunto? Si la generación anterior somos tan testarudos, tan intransigentes, tan... [Autoanalícense y escriban aquí sus peores rasgos... Duele, ¿eh?], ¿cómo no van a intensificarse esas mismas cualidades en la siguiente, si somos el espejo en el que se miran y ésos son los rasgos que están mamando?
Joder, me echo a temblar.
Tal vez sea algo bueno no tener en el horizonte cercano ser madre, al menos en el aspecto que estoy tratando.
Lo que quiero decir es que... Sí, nos quejamos todos de que las nuevas generaciones vienen siendo narcisistas, radicales y mil cosas más. Y no niego que soy la primera en hacerlo ni niego que sea cierto, pero... ¿Se han parado a pensar que tal vez, sólo tal vez, nosotros les hemos dado las herramientas y los genes? ¿Que también tenemos nuestra parte de culpa?
Como bien he dicho, menos mal que no tengo hijos que supongan el botón a mostrar como ejemplo en lo que acabo de escribir. De este modo se queda sólo en palabras hipotéticas y a las que nadie hará mucho caso.
*Escalofríos*
Edito: En Fin, me voy a ver The Flash, para que vean lo profunda que soy las 24 horas del día, non stop.
Y sí, me empapo tanto Arrow, como Flash, como otras series del mismo calibre. De hecho, tengo pendiente hasta una miniserie de Nightwing que me da escalofríos sólo de pensar en ella (esta reseña sólo la captarán los más frikis... Y yo me enorgulleceré de ellos). De los de anticipación y risitas nerviosas adolescentes.
Mientras tanto, aquí tienen mi última rallada mental. Por si se les hace muy larga la espera del último capítulo de Gotham o The Vampire Diaries y necesitan distracción.
Encantada de dársela.
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