Tengo un amigo, un gran amigo de facultad, de ésos que aunque hace años que no ves, cuando lo haces, lo primero que te inspira es un enorme abrazo. Un enorme y gran abrazo de oso.
Y lo digo yo, que mido 1'60.
Como si un oso pudiera medir 1'60.
Jorge. ¿Cómo no? Patrón de Aragón. Estamos en Zaragoza.
Lo conocí en mi primer año de carrera y cuanto más lo veo, por más que sea un señor auditor respetable, intimidante, de 1'90 o más, con su traje oscuro y su corbata en tonos azules, cuando me ve, aunque sea trajeado, siempre le asoma esa sonrisa franca, ingénua, sincera, llana y noble.
Puede ser un hijo de la gran puta cuando es un auditor. No lo dudo. En realidad, sí, lo dudo muchísimo, porque es la persona más sincera y buena que he conocido. ¿Cómo un hombre de tal envergadura puede ser tan benébolo? Sí, el adjetivo está expresamente relacionado con mi nick.
Porque todos ustedes saben que cuando yo soy mala, soy la mejor.
Él no. Ni siendo malo, puede serlo.
Su pasatiempo favorito, especialmente cuando el alcohol hacía mella en él y nos encontrábamos en la noche maña, era cogerme en brazos y darme vueltas como si fuera un tiovivo. Y lo gracioso era que a mí también.
Nunca se lo he permitido a nadie. Como tantos otros privilegios que he concedido a algunas personas, que no muchas, dado mi especial carácter (o llamémoslo mala leche, vale), aquello empezó a ser un saludo nuestro. Sólo nuestro.
Y dado el fundademtal papel que jugué en la relación con su especialmente celosa pareja, se encargó de que aquel saludo siguiera inamovible entre nosotros. Nunca supe cómo lo hizo. Pero también es cierto que él tenía mucho que agradecerme sobre todas aquellas charlas que tuvimos sobre chicas.
Y lo realmente gracioso es que fue su novia, actualmente su mujer y madre de sus hijos (en realidad fue él quien la arrastró al matrimonio, grandullón romántico), la que miró a mi por aquél entonces novio y me dijo sin ningún tipo de tapujos. "Tu novio es gilipollas, deshazte de él en cuanto puedas."
Y nunca podré agradecerle suficiente esas palabras, porque era cierto. Del mismo modo que nunca podré agradecerle que le siga consintiendo que su marido cada vez que me ve me coja en brazos y me transporte a un tiovivo divertidísimo de 1'95 (o casi).
Las mañas somos así, no nos andamos por las ramas.
Y los maños, aunque por lo general tienen fama de salidos, no sé qué puesto llevan en el ránking estatal, pero que sí, mucho, doy fe, hay especímenes que merecen la pena salvarse.
Y éste es uno de ellos.
PD.- No, ahora en serio. Al margen de lo de manejables (sí, la mujer de Jorge no es mucho más alta que yo), ¿qué coño les pasa a los hombres altos con las mujeres pequeñas? ¿Pueden explicármelo? Estoy expectante.
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2 comentarios:
Vaya, yo eso no lo puedo responder... JJAAJJAJAJAAJJJAJJAJ
Recuedo que cuando era un adolescente tontolaba, hace muuuuuuuuchos años, uno de los prejuicios que existían era que tu chica no podía ser de ninguna de las maneras más alta que tú, que el que se atrevía a salir con una tía más alta, era mirado mal. Prejuicios generalizados en una sociedad eminentemente machista. El amor solo entiende de seres humanos y no de tallas o colores.
Pero bueno, debo reconocer que siempre ha tenido predilección por las mujeres pequeñas, en serio. En alguna vieja conversación con amigos salió el tema y se me dijo que era por mi carácter tendente a ser dominante y protector. Yo prefiero decir que me encanta arropar entre mis brazos a mi pareja, sentir el calor que se transmite y que convierto en cariño (y el olor, más importante de lo que parece y que yo creo que daría para que escribieses otro post, querida Dene). Es más, me he dado cuenta que con el paso de los años me cuesta conciliar el sueño cuando tengo que dormir en la cama de un hotel por viajes de trabajo y es porque echo en falta el dormirme abrazado (como un oso, jajaja) a mi pareja. Ese calor...
Y es cierto: Las mañas no se andan por las ramas. Sobre todo las pequeñas. Doy absoluta fe de ello :))
Un beso!
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