06 julio 2012 | By: Denebola

Vacaciones Santillana

Aburrimiento absoluto.
Eso es lo que es el verano.
Cuando eres pequeño, todo es juego y diversión, pero cuando se trataba de pasar la tarde esperando a hacer la digestión para poder escapar como alma que lleva el diablo a la piscina a matarte a aguadillas mientras fuera hace un sol de justicia, las horas se hacían eternas. Mientras estabas con tus primos, a uno u otro se le ocurría alguna forma de matar el tiempo, la mayoría de veces alguna diablura que terminaba sufriendo tu abuela, tu madre o tu tía, esa sargento que la mismísima Teniente O'Neil temblaría de pavor al escuchar su nombre. Desde espiar a tu prima, hasta coger al gato por el rabo, subirlo a rastras por las escaleras y soltarlo por el tejado a ver qué hacía la pobre criatura. Que no, jamás nos arañó, con nosotros el pobre bicho se ganó el cielo a pulso.
Pero cuando sólo tenías por compañía al hermano/a, aquello era más aburrido y desesperante que una carrera de caracoles (no sé si alguna vez han hecho alguna, si son impacientes, no se lo aconsejo, terminarán aventando al pobre animal tal y como hizo mi primo una noche de verano). Las opciones eran más bien pocas, pero lo que aún hacía correr el reloj más despacio era esa quietud, ese silencio que inundaba la casa y tú debías respetar porque todo Cristo bajo ese techo estaba durmiendo la siesta (o, seamos sinceros, fingiendo que lo hacían para que les dejásemos en paz durante unas horas, que mientras el colegio estaba abierto el resto del año, nuestras madres y padres suspiraban aliviados al no estar nosotros dando guerra por casa), ese calor sofocante que Lorenzo nos envía cada año en verano y por el cual los guiris se pegan como abuelas a la puerta del Corte Inglés en época de rebajas, todo por un color rojo gamba digno.
Por lo visto yo debí ser una cría bastante curiosa y con cualquier estupidez me tenían entretenida un par de horas. Ahora sé por mi madre que me soltaban en el comedor con unos folios y una caja de colores Alpino y me dedicaba a desarrollar mi lado artísitico tumbada en el suelo, folios por doquier y colores esparcidos por toda la habitación. Nunca me dio por pintar paredes, ni muebles, ni decorar manteles o ropa, cosa extraña...
Y cuando te haces mayor, te pegas medio verano trabajando hasta que llegan las ansiadas vacaciones, allá por agosto, cuando más aplana el sol y menos apetece salir a la calle, no sea cosa que al poner un pie allí donde pega el sol nos carbonicemos, y huimos vilmente del país, si podemos, si no, nos quedamos en la Península, pero cuanto más lejos mejor.
¿Esque no disfrutamos nunca del verano? ¿No somos capaces de tener varios días de fiesta y disfrutar de lo que hay alrededor mientras el resto de mortales se levantan de madrugada para ir a trabajar?
Parece que no, que debemos huir para sentir que estamos de vacaciones, libres, sin responsabilidades ni obligaciones...
En fin, que es verano y yo me aburro como una ostra. Entre un niño con asignaturas pendientes para Septiembre y un adulto que se va lejos de su casa para sentir que está libre. Así estoy yo. Paradoja se mire por donde se mire.

1 comentarios:

URAPlay dijo...

Necesito terminar el año academico ya, y hacer como Angarest, la fotosintesis a la sombra al lado de un ventilador...

Algo que antes me aburría y ahora me distrae es ver la huerta, comprobar los melones (aun queda), regar, hacer cosas de campo... Iba al campo y queria trabajo de oficina... Tuve trabajo de oficina y estudio y prefiero el campo... Comer telarañas es hasta agradable ya...

Yo creo que si no fuera por el calor que tenemos, el mejor momento para coger vacaciones largas es enero-ferebro... Pero yo prefiero el frío.

No sé si tiene algo que ver esto que he escrito con el texto, pero...