05 junio 2012 | By: Denebola

Camarero, una de "dulces sueños", por favor

No puedo dormir. Esta vez no puedo decir que sea por el calor, quizás porque he tenido uno de esos días tan anormalmente buenos en los que le enseñas el dedo corazón a tu gran compañera la inercia y te tomas todos y cada uno de tus pasos como algo que disfrutas, que te apetece, que exprimes, incluso los malos. De esos días en los que sientes que has dejado de sobrevivir, al menos un poco, para empezar a vivir. Sin inercias, sin apatía, sin desgana.
Quizás por eso inconscientemente no quiera dormirme, porque quiero seguir sintiéndome así. Ya se sabe, estas cosas se van como llegan, sin avisar, y el día de hoy me ha dejado un sabor de boca especialmente dulce y feliz como para dejar que se esfume sin aprovechar lo máximo que pueda.
Sí, sí, he dicho feliz.
Incluso en mi insomnio estoy feliz.
Llevo un rato ya en la cama sin poder atrapar el sueño, pero sin signos de desesperación por ello. Estaba y estoy muy a gusto con mis pensamientos.
Su mirada tranquila y viva, esos ojos verdes que no me canso de mirar, que dicen cosas que las palabras callan o que simplemente no hacen falta decir. En realidad no son del todo verdes, pero yo los recuerdo así, así que son verdes para mí, al menos por ahora.
Su barbita dibujando el contorno de su cara y sus labios, perfecta, que me encanta acariciar. Y cuando no está perfecta, también lo es, también me encanta.
Su gesto distraído cuando está lejos, ése que me encanta mirar porque parece tan tranquilo, aunque sé perfectamente que no es así, que su actividad neuronal seguramente es frenética, pero me gusta y sonrío sola a pesar de que sé que ese estado de evasión es frágil, que desaparece tan rápidamente como llega. O quizás por eso mismo, porque sé que no durará mucho, aprovecho para observarle tranquilo mientras pueda, aunque cuando regrese de allí donde quiera que esté me sienta atrapada como un niño que sabe que está haciendo algo malo. Y no, ni siquiera intento figurarme qué estará pasando por su mente en esos momentos porque sé que que soy incapaz de seguirle. Y me gusta que sea así, tiene su encanto para mí.
Esa media sonrisa que sólo tiene él, ni siquiera la de aquel doble suyo que conocí es exacta, es sólo suya. Entre inocente y traviesa, paradójicamente. Ese tipo de sonrisa que te hace confiar en él, pero sabiendo que va a sorprenderte, que algo pasa por su mente que ni siquiera eres capaz de imaginarte. Es algo que me encanta, su sonrisa y esa sensación de expectativa y sorpresa.
Su tacto. Suave, cálido, agradable, firme, crea adicción, no puedo separarme de él y es algo que aunque nunca antes me había pasado, me encanta, su tacto una necesidad y a la vez un lujo, algo sin lo que últimamente siento que no puedo respirar. No me gusta que me toquen el pelo, pero si lo hace él es diferente, es todo lo contrario. El tacto es mucho más que un sentido en el más amplio sentido de la palabra cuando se trata de él, es él, es lo que siente, lo que quiere, lo que dice, es... Todo.
En realidad todo con él es mucho más. En realidad todo es diferente con él.
Podría pasarme toda la noche explicándoles cuáles han sido mis pensamientos las últimas horas y no terminaría, sólo vería entrar el sol del amanecer por la ventana y seguiría escribiendo con esta sensación de felicidad absurda como si acabase de nacer y todo fuera nuevo para mí que me niego a dejar escapar.
Así que mejor voy a dejar que el sueño me sorprenda con una sonrisa en los labios y pensando en él

Que tengan dulces sueños. Yo voy a hacer un pedido ya mismo.