Ni me siento más sabia, ni me siento más superior a nadie, ni me siento con más experiencia que nadie, por eso que dicen que la experiencia es un grado.
Recientemente, ando leyendo cosas muy diversas por el nuevo berenjenal en el que me hallo inmersa. Como muchos de los que me conocen sabrán, mi modo de evadirme es leer más... Sólo que cosas diametralmente opuestas.
Así que, me hallo leyendo sobre mitos.
Leyendas.
Y no hay una figura mitológica que me atraiga más que la de Lucifer.
Luzbel.
Luciel.
El primer ángel caído.
La Estrella de la Mañana.
El primer Rebelde.
Personalmente, no soy muy devota de la Iglesia, algo que tampoco es un secreto entre los que me conocen. En cuanto a la existencia de Dios, soy algo más flexible y, como una constante en mi existencia, nada convencional en mis creencias.
Pero no quiero entrar en eso, no deseo dispersarme en ese sentido.
Al Príncipe de las Tinieblas siempre se le ha considerado un elemento extraordinariamente atractivo en la sociedad actual. ¿Por qué?
Bueno, no puedo imaginármelo, nótese la ironía.
Para empezar, su historia bíblica es lo más parecido a un reality show o a un culebrón de los que estamos acostumbrados en estos días. Bueno, una gran parte de la humanidad encuentra fascinante poder saber de las miserias de los demás para poder evadirse de las suyas propias... Ahí tenemos una muy poco noble y superficial razón.
Pero es que no se trata de un galán cualquiera el que protagoniza este particular culebrón... Estamos hablando de la personificación del mal, su creador. Y el mal tienta... Atrae. He ahí otro motivo.
Luego están los más intelectuales que intentan extrapolar el comportamiento del ser humano a través de sus creencias, la religión, sus mitos... Bueno, ahí mejor no entro. Personalmente pienso que este mito en particular ha perdurado demasiado tiempo como para poder decir que explica el comportamiento social, emocional o psíquico de la sociedad actual... Y a pesar de ello, sigue vigente, sí, lo sé, reconozco la incongruencia y me sorprendo, todo sea dicho.
Y debe haber más motivos, porque yo, personalmente, me siento especialmente interesada en esta figura.
Y no me veo encajada en ninguna de las parcelas anteriormente descritas.
Para empezar, no soy una creyente devota. Conozco las Escrituras, y sin embargo, no creo en ellas. Muchas de mis lecturas y muchas de mis vivencias me han llevado a creer que esas Escrituras están oportunamente manipuladas por la Iglesia con el único fin de mantener su poder (por supuesto, es una opinión, respeto a quien no opine como yo y admiro enormemente cualquier postura, ¿quién soy yo para juzgar? Simplemente expongo mis pensamientos, que no tienen por qué ser dogma de fe... ¡Lo que faltaba! Sólo soy una mísera hormiga en el mundo... Ni hablar ya en el Universo), que existen otros textos apócrifos, como bien apunta la Iglesia, unos aceptados por ella y otros no, oportunamente retirados de la circulación con el fin de mantener al hombre desinformado...
Primer punto negativo a creer a pies juntillas a lo que diga la Biblia.
En el sentido de mi razonamiento, sigo apuntando que la información es poder.
Lo admito, es defecto profesional.
Como Economista, mi primera lección es que toda información es sesgada, desde la Historia que cuenta cualquier texto, hasta cualquier encuesta, por bien elaborada que esté, por lo tanto, siempre, y repito SIEMPRE, es conveniente consultar varias fuentes. Se me ha enseñado a dudar y a leer entre líneas.
Pensamiento crítico, lo llaman.
Bueno, yo no llamaría tanto.
Pero póngale la etiqueta que quieran, en realidad, se trata de informarse y formarse una opinión propia. A mí me gusta escuchar de un modo receptivo, otro rasgo que cualquiera que me conozca, puede señalar en mí (salvo cuando me sale mi vena maña, qué le voy a hacer, el ADN manda), y puede que no sea original, no estoy alardeando de ello, pero en todo relato hay una parte de ficción o, si lo prefieren, de sesgo, y otra de verdad, o si lo prefieren, de objetividad.
Incluso en las novelas más fantasiosas, hay un fundamento, una creencia, una base real.
Y en ello me hallo, documentándome... O si lo prefieren, leyendo cosas absurdas a las que nadie daría ni medio céntimo y que sin embargo, para mí tienen una doble utilidad: evadirme de mi ocupación y hacerme reflexionar sobre esa figura tan venerada como odiada como es Lucifer, el antes preferido del Señor que, de la noche a la mañana, cayó y se convirtió en el Mal absoluto, el horror de la humanidad.
Francamente, tanto drama y exhortación de lo divino me aburre.
Es insultante cómo se presenta evidentemente como la opción salvadora a Dios, engolada y triunfante, frente a un Mal obsceno y ridículamente fácil de señalar.
Entre otras cosas, porque el mal y el bien no son tan fáciles de separar en la sociedad que nos rodea.
Y eso me llevó a leer cosas mucho más elaboradas, novelas o no, donde Lucifer y Dios, no son tan ridículas y más simples, y si me lo permiten, les recomendaré el libro "616. Todo es infierno", de David Zurdo y Ángel Gutiérrez, mitad historia y mitad ficción, absolutamente apasionante que hará temblar sus creencias, si es que las tienen.
Sin embargo, el libro que me hizo reflexionar sobre muchos rasgos humanos fue otro: "Diálogos con el diablo", de Taylor Caldwell, donde se narra la correspondencia entre el arcángel Miguel y el soberbio arcángel Lucifer, que no es enemigo de Dios, sino de la humanidad, y que pone sobre la palestra todos los rasgos de la sociedad actual. Francamente, unos cuantos capítulos me parecieron retrógrados y vomitivos, sin embargo, el resto me hicieron llorar, literalmente, por cómo retrataba, desde un punto de vista tal vez demasiado puritano, aunque no falto de razón, la sociedad en la que vivo.
No me hizo llorar por pensar que la Tierra no tiene salvación a los ojos de Dios, como pretende el libro.
No.
Me hizo llorar porque me hizo darme cuenta de que ese ficticio Lucifer, encabronado hasta querer nuestra exterminación, tenía razón. En su mayor parte. La vida que me rodea es una soberana mierda, y la culpa no es de nadie más que del hombre, por permitir a los corruptos, los cabrones, los ladrones, que haya llegado a ser así. Y en esto, ¿qué más da si crees en Dios o no? Es doloroso. ¿Por qué nadie ha hecho nada?...
Léanse el libro.
Increíble el repaso al ser humano.
El tema al que voy es... Que es cierto.
En ese libro, se plantea a un Lucifer aún arcángel, aunque repudiado por Dios al infierno, donde se deleita dándonos lo que queremos (un punto absolutamente increíble que admiro de ese libro, genial en su maquinación) y en comunicación aún con su padre y hermanos, asqueado con nosotros, decidido a acabar con el hombre por ser la peor de las plagas a pesar de que eso signifique su propio fin, su "no retorno al Cielo". Es más, plantea a sus hermanos una serie de dudas, con la intención de hacerles caer, sobre Dios.
Las mismas dudas que a mí me han venido a la cabeza al pensar en esta figura, en el Mal, una y otra vez.
Son simples.
¿Por qué Dios creó a Lucifer? Es omniscente, según la tradición bíblica. Sabía que Lucifer "lo traicionaría" (si me preguntan a este respecto, puedo extenderme en este tema largo y tendido... Y entonces creo que quedaría claro que yo iría de la manita con Luci al Infierno y, es más, estaría encantada en ese Infierno que narra), que lo enfrentaría durante eones y que "le haría sufrir" destruyendo al hombre y a sí mismo.
Ergo...
¿Por qué aún sabiéndolo, lo creó?
En el libro, Lucifer no obtiene respuesta de sus hermanos arcángeles salvo esquivos "los planes de Dios son inescrutables y es mejor obedecer y callar". Lucifer les apunta muy sabiamente que si no "hacen preguntas impertinentes a Dios", lo cual les hace aún peores que los desdeñables hombres a sus ojos (me encanta el punto provocador del primer arcángel, para qué engañarnos), no están ejerciendo el libre albedrío con el que Él les ha dotado, lo cual es un insulto al Creador. Les pregunta, muy razonablemente que, si él mismo no hubiera caído, ¿quién lo habría hecho? Puesto que al otorgar el libre albedrío a su Creación sin ofrecerles una tentación, no hay libre albedrío, Dios necesitaba el Mal, y por tanto, necesitaba que Lucifer cayera y que, por tanto, él era un Títere de Dios.Hiciera lo que hiciera. Tanto si se arrepentía y volvía al Cielo apara idolatrarlo, como si decidía exterminarnos y morar por siempre en el Infierno.
¿Aún tengo que explicarles por qué Lucifer me atrae?
Venga, vale, lo haré.
Lucifer no se presenta como un ser cándido y sumiso, sino como alguien independiente y extraordinariamente inteligente que, a mi juicio, destroza de un plumazo los mandatos de la Iglesia, ésos que proclaman que para salvarse hay que dejarse flagelar, que hay que tolerar todo lo que se nos cuenta, que no se puede tener opinión propia, sino ser borregos a los que arrear.
Se presenta como un ser que piensa por sí mismo y enfrenta las consecuencias de sus actos aún sabiendo que no va a ser bonito lo que va a venir.
Se presenta como un ser fuerte.
Y no hablo de fortaleza física, sino moral.
Uhm...
No sé, pero estos rasgos los desearía en mi propio hombre ideal.
Como he dicho líneas atrás, tal vez yo fuera increíblemente feliz en el Infierno.
Llámenme hereje.
¡Ojo! No estoy proclamando el mal como satanista histérica o el don de Dios cual mormón piadoso, sólo digo que... Duden, queridos. Los mitos, como todo lo escrito, fue puesto en letras por un motivo y, más aún, con un fin.
Yo les hago una pregunta: ¿Ese Lucifer que leen en las Sagrada Escrituras, y en ese libro mismo que les recomiendo para que reflexionen y que, en unos capítulos que yo misma desprecio, denigra a las mujeres que trabajan, es el Mal? ¿Que entienden por el Mal?
En otra entrada les hablaré sobre otros mitos tremendamente interesantes sobre la Estrella de la Mañana que nada tienen que ver con lo que las Escrituras dicen. Ésas que dicen que la Estrella de a Mañana es quien nos exhorta a ser la mejor versión de nosotros mismos, a diferenciarnos de nuestro vecino, a ser mejores, y no en una versión malévola.
Curioso que, siglos atrás, según yo creo que la Iglesia fue un poder opresor, se considerase a Lucifer. representante de todo esto, el Adversario y la Bestia... Y que se valorase a las virtudes sumisas y obedientes de los demás arcángeles como virtuosas... Me pregunto... ¿Casualidad?
Llámenme Lucifer...
O su novia.
Ciertamente, un hombre así debe ser excitante.
Llámenme Lucifer...
O su novia.
Ciertamente, un hombre así debe ser excitante.
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