Como buen tauro, aquí el amigo nunca ha dudado en arremeter contra cualquier amenaza frontalmente y embistiendo con todas sus fuerzas, ya sea un capote, una pared de papel o un muro de hormigón de 3 metros de espesor. Le da igual. Y no para hasta salir victorioso. Cosa que es de alabar. Aunque yo sé que más de una vez ha salido de sus batallas con la testa (y el orgullo) sangrante. Y ha sido así desde bien pequeñito, si es que no nació ya con esa determinación.
Que una personita de 5 años sea capaz de poner en jaque a su madre y hacerle la vida imposible a su hermana 5 años mayor, y que todo su entorno termine por respetarle y entendiendo que él va a hacer lo que se le meta entre ceja y ceja y no van a ser capaces de influenciarle ni hacerle cambiar de idea porque él tiene las suyas propias, es asombroso.
Y eso es lo que más me gusta de él, que elige sus batallas y se pasa por el arco de triunfo si los demás, incluida su propia familia, están de acuerdo o no. Directamente "se la sopla", no encuentro un término que le defina mejor. Él va a lo suyo y si estás con él, bienvenido, y si no, le importa un huevo, como bien diría él.
Ni qué decir tiene que al principio nos llevábamos como el perro y el gato, como todas las personas a las que les tengo un cariño especial, pero un día eso cambió. Y no fue agradable. Después de todo un día tocándome las narices y yo haciéndole caso omiso, aquí el amigo, con 6 años y supongo que harto de que no le hiciera ni puñetero caso, me dio semejante patada que me rompió los vaqueros y aún tengo la cicatriz en la rodilla; y yo, con 8 y hasta el moño ya, sin pensármelo dos veces, ni lágrimas ni palabras de por medio, me giré y le arreé tal sopapo que le salió sangre de la nariz.
Ese día los dos comprendimos que era mejor no meternos el uno con el otro y que había límites que no se debían cruzar. Ni el uno, ni el otro. ¿Cómo? Francamente no tengo ni idea, porque a esa edad ustedes me dirán la capacidad de raciocinio que se puede tener, pero el instinto de los críos es así. Fue entonces cuando nos convertimos en los mejores amigos, en inseparables, el apoyo mutuo que no habíamos tenido nunca. Y en el terror de los adultos. Si por separado éramos un terremoto, juntos no había un dios quien nos soportase.
De más mayores nunca íbamos por libre, siempre íbamos juntos a todas partes, porque, gracias a dios, mi primo y yo pensábamos muy parecido. Tal era nuestra simbiosis y nuestro parecido físico que todo cristo pensaba que éramos hermanos. Tampoco era tan extraño, nuestras hermanas nunca se han parecido a nosotros, ni física, ni mentalmente.
Pocas cosas me han separado de mi primo, ni siquiera la distancia y el pasar mucho tiempo sin saber el uno del otro. Él sigue siendo mi apoyo en esa mafia siciliana y yo el suyo, aunque con el tiempo el ambiente sea diferente y nuestra relación también.
Y por eso, aunque nunca leerá esto, o eso creo, quería hacerle este pequeño homenaje.
Felices 31, primo. Y recuerda: hay muros que no puedes echar abajo sin caer tú con ellos. Yo fui uno.
2 comentarios:
Felicidades pues, primo de Dene
Hello. And Bye.
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