22 marzo 2013 | By: Denebola

¡Mujeres!... Ufff...

Warning: tacos inside.

No es ningún secreto que devoro libros como si la vida me fuera en ello, algo bastante sorprendente dada mi situación. Pero el que me conozca ya sabrá que soy bastante rarita y contradictoria.
El tema es que no hace mucho leí en uno de ellos que las mujeres somos compasivas por naturaleza y aquello me dio que pensar. ¿Somos compasivas? ¿De verdad? ¿No es de dominio público que las mujeres somos malas? ¿No suele decirse que tenemos una malicia que, por lo general, supera a la de los hombres? ¿No somos nosotras las complicadas y ellos los simples en términos generales?
No deberíamos hacer demasiado caso a las generalizaciones, porque cada persona es un mundo y la vida está llena de excepciones, pero ese tipo de afirmaciones siempre guardan algún tipo de verdad detrás y el tema me parecía bastante contradictorio y, para qué negarlo, no dejaba de darle vueltas a cuál de esas palabras sería cierta y cuál no.
Al fin y al cabo, yo soy una mujer, ¿no? Objeto de juicio de esas palabras.
El tema me picaba en las neuronas y no le veía salida lógica o al menos evidencia de verdad por ningún sitio, o más bien, por todos. Cosa que no me cuadraba, porque para mí, o eres compasiva, o una mala bruja. Las brujas no son compasivas. ¿No?
Si bien es cierto que yo puedo ser una mala pécora y un ángel de la guarda. Otro callejón sin salida. ¿Qué soy yo en conjunto? ¿Ángel o demonio? ¿Blanco o negro?
Como ya he dicho al principio de este post, soy contradictoria. Soy blanco y negro. No cuento, al menos para todo este lío que llevaba en mente sobre la naturaleza que subyace en el género femenino, además de que no suele dar buenos resultados eso de ser juez y acusado.
A los pocos días, en otro libro, leí algo así como "o eres una hija de puta, o no lo eres; la maldad no entiende de géneros", y con esas palabras vi la luz.
Las mujeres somos en general más compasivas porque somos más empáticas que los hombres. Nos sentimos mucho más cómodas con nuestros sentimientos y, por alguna razón que no voy a entrar a analizar, los manejamos y entendemos mejor. Por esa razón, podemos ponernos en el lugar de los demás con más facilidad, comprender cómo se sienten y, en consecuencia, compadecernos.
Quizás ésa es una de las cosas que nos hacen más complicadas que los hombres; no sólo manejamos nuestro punto de vista, sino que también manejamos el de quien tenemos en frente.
¿Tenemos más malicia? Probablemente. Esa misma empatía que deriva en compasión, a veces nos revela cosas de los demás y podemos ir dos pasos por delante.
Algo más que añadir al saco de la complicación femenina.
Pero... ¿Qué hay de todas esas arpías, brujas, víboras y malas pécoras que andan sueltas por ahí (o andamos, que yo también puedo serlo)? ¿No son ellas compasivas? ¿Somos malas o no? ¿Esa malicia nos convierte en hijas de puta por definición?
Pues no. Como bien rezan las palabras de ese libro, la maldad no entiende de géneros, y la malicia no es maldad. La malicia es picardía, astucia, y eso no es por definición malo. Depende para qué uses esa sagacidad, es sólo un medio para llegar a un fin, y ese fin será malo o bueno dependiendo de tu naturaleza personal, de lo que quieras conseguir.
O eres una hija de puta, o no lo eres. Del mismo modo que, o eres un cabrón malnacido, o no lo eres.

3 comentarios:

URAPlay dijo...

En estos temas no comprendo la distinción de géneros... Yo no tengo ni idea de lo que soy, pero tampoco es algo que me preocupe.

Uno es lo que es dependiendo de la situación, de la persona misma o de la de enfrente. Si por tener rabo o no se es más o menos empático, malo, bueno o tocapelotas... No lo veo

Denebola dijo...

Como ya he dicho en el post, "O eres una hija de puta, o no lo eres. Del mismo modo que, o eres un cabrón malnacido, o no lo eres". Luego vienen las generalizaciones, que no son más que eso: generalizaciones.

De cualquier modo, querido Playmobil, hay algo en lo que discrepo con usted: debería saber qué es usted. O al menos preguntárselo. No digo que le quite el sueño, pero sí comenzar a indagar, a observarse a sí mismo. Conocerse a sí mismo es el primer paso para hacerse más fuerte.

Y con estas palabras que parecen salidas de un maestro Jedi, voy a por una cerveza.
Saluditos.

Anónimo dijo...

Madre mía, cuanta mente perturbada hay por aquí...