Ya está aquí la primavera. Florecitas, amor, mariposillas... En resumen: polen (por si hasta ahora no habían tenido suficiente), astenia primaveral, hormonas alteradas y feromonas.
Esta mañana mientras me echaba el cigarro de la gloria de la batalla en la puerta de la biblioteca, una parejita adolescente se estaba marcando un espectáculo pornográfico en un banco que a más de un jubilado de por allí cerca les ha hecho olvidar la necesidad de la pastillita azul. Y yo, en el estado adormilado en el que he amanecido hoy (sí, más de lo habitual en mí) y que achaco a la primavera recién llegada, sólo se me ha ocurrido pensar en
"qué felices son estos críos, libres de cualquier obligación y haciendo realmente lo que les da la gana".
Sí, es cierto que todos tomamos decisiones, el libre albedrío, lo llaman, la capacidad de elegir. Pero cuando las obligaciones o deberes de uno se limitan a tener que hacer deberes o a estudiar para el próximo examen, eso de
"querer es poder" sí tiene sentido. Más tarde llegan otro tipo de responsabilidades que, a mi juicio, destripan ese dicho. Por mucho que quieras, hay cosas que no puedes hacer, por mucho que las desees, sepas que tu felicidad dependa de ello o sencillamente las necesites. ¿Cuestión de prioridades? Pues no estoy segura, quizás sí o quizás no, a veces las circunstancias llegan de una forma que son imposibles de doblegar o desviar para conseguir aquello que queremos, por muy arriba que esté en nuestra escala de prioridades.
Supongo que eso de
"yo soy yo y mis circunstancias" lo define perfectamente.
En fin, aquí les dejo mi divagación mañanera fruto de la astenia primaveral o, hablando claro, de la modorra, del polen y de horas insufribles delante de legislación. Así me va.