Sí. Ésa.
De que te dan por sentado.
No hay nada como la decepción para que a aquello que te importa le des la misma relevancia que a las baldosas que pisas por la calle.
¿Por qué vas a valorar algo que no te valora a ti?
Te hace poner las cosas en perspectiva.
Los hechos son los hechos.
Y empiezas a pensar en hechos, en hechos que has querido obviar por tu propia salud mental, y te das cuenta de que hay más.
Más decepción.
Una detrás de otra.
Y en 16 días, aquello que te parecía un mundo...
Pues igual lo es.
Porque tiene el potencial de cambiarte la vida.
Porque hay otros que no te dan por sentado.
Porque hay cosas que no has querido ver.
Porque has construido muros impenetrables que te han dejado sola.
Y ha estado bien y era lo que necesitabas.
Hasta ahora.
Ahora quieres bajar los muros y no puedes.
La batalla entre tu subconsciente y tu consciente es agotadora.
Y yo ya estoy hasta los cojones de pelear.
Tuve la oportunidad al alcance de mi mano.
Literalmente.
(Ay, esa mano)
Y me pregunté si eran alucinaciones mías.
Y cuando quise reaccionar, ya no era el momento.
La cagué.
Yo solita.
Pero... Bueno, pocas veces pasa dos veces el mismo tren. Pero pasa. Y no me engaño, no va a ser igual de fácil.
Pero me importa y además sé que pocas veces hay segundas oportunidades.
Y esta vez la que he hecho daño he sido yo.
O eso creo.
Y estoy harta de ser la sombra de lo que fui.
Sé lo que soy.
Sé quién soy.
Y sé que ahora me toca a mí mostrar mi mano...
Aunque me acojone hasta límites insospechados.
Putos muros.
Y putos informáticos.