16 mayo 2012 | By: Denebola

Fortalezas y debilidades.

Ayer en una conversación con el Playmobil salió a relucir el tan recurrido tema de las debilidades o fortalezas de cada uno. No es la primera vez que sale en una conversación eso de considerarse débil o fuerte.
Me van a perdonar, pero no lo veo así y se avecina una de mis divagaciones ladrilleras (que no ladilleras).
En primer lugar, creo que todos nos consideramos débiles a nosotros mismos, pero no porque lo seamos, sino porque uno mismo conoce sus puntos débiles. Obviamente, todos tenemos y pensamos que los demás también los conocen.
Sí, es cierto que puede sorprenderte descubrir uno más y tener que añadirlo a tu lista, pero eso no te hace más débil, sólo te hace humano. Simplemente hay cosas que duelen.
Nadie es tan frío como el hielo ni tan insensible como para no sentir dolor por algo. Y el que así lo crea, tiene un pequeño problema de soberbia o simplemente el orgullo no le deja reconocerlo.
No se trata de no sentir dolor para ser más fuerte, se trata de sentir ese dolor y aprender a vivir con él, sobrellevarlo, lidiar con él o, simplemente, aceptarlo, sentirlo y seguir luchando a contracorriente si es necesario. Es diferente. Del mismo modo que tardar en recuperarse de algo o que nunca deje de doler, no te hace débil, débil es la persona que se derrumba con el peso de una pluma sobre su cabeza y sólo sabe lamentarse sobre cualquier adversidad sin siquiera hacerle frente o tratar de asumirla. Bueno, eso es ser débil y pusilánime.
Y añadir que las lágrimas, ese signo de debilidad, no siempre lo son. A veces son la mejor opción para deshacernos de ese dolor; "llorarlo", como dice una gran amiga mía, es lo mejor y a veces lo único que podemos hacer para que las lágrimas se lleven esa sensación de habernos roto por dentro y darnos un margen de tiempo para recomponer nuestros pedacitos.
Quizás no quedemos como nuevos, pero la siguiente vez duele menos. Como me dijo alguien una vez, c'est la vie.